A  los socialistas españoles se les ha dado la oportunidad, sin que la hayan aprovechado,  de transformarse en el primer partido socialista europeo capaz de reconvertirse y recuperar la gloria y la fama de la que disfrutó la socialdemocracia no hace mucho tiempo y la cual ha caído en lo que parece una irreversible decadencia cediendo casi de golpe el privilegiado lugar que ocupó a los populismos cuanto más horteras mejor, incluso a los de derechas. Los herederos de la socialdemocracia ratifican el decepcionante nivel en la que ésta se encuentra en la actualidad.

En España los socialistas empezaron su declive con las elecciones que por segunda vez dieron la presidencia del Gobierno al señor ZP. Fue un error histórico monumental posteriormente reconocido y admitido por todos los estamentos del partido, desde el más alto al más bajo.

¿Cuánto tiempo tardarán los socialistas en percatarse que con la reelección de don Pedro Sánchez como secretario general,  han repetido la misma equivocación que cometieron con la reelección de don ZP (José Luis para los amigos) como presidente?

Para muchos electores socialistas (bastantes de estos son socialistas por tradición familiar y lo son de toda la vida), lo único que han hecho los militantes (no confundir militante con elector) en las primarias, ha sido un acto de desagravio a don Pedro Sánchez por haberle echado de la poltrona cuando por su cabezonería estuvo a punto de arrastrar al país a unas terceras generales.

Recuérdese que los actos de desagravio fueron un recurso muy utilizado por el señor Franco que en el Valle de los Caídos descansa. El hombre reunía en la Plaza de Oriente a una gran multitud cuando algún Estado extranjero lo vilipendiaba y con ello se sentía feliz y arropado y conseguía que los españoles fueran vistos por el mundo como sumisos corderitos.  Puigdemont está consiguiendo iguales efectos con respecto a los catalanes.

Don Pedro Sánchez goza, como ha quedado demostrado, de las simpatías de los afiliados, pero, no goza de las simpatías del electorado. Los militantes hubiesen tenido que votar con sentido de Estado, pero, no. Han votado con sentido de partido y con ello habrán propiciado que el PSOE no vuelva a ganar unas elecciones en muchos años y sino el tiempo lo dirá.

Lo del PSC aún es más grave. Ha quedado probado que en los pesecereños subyace un espíritu separatista que puede llegar a ser peligroso. Basta rememorar que la señora Rahola dijo en televisión que si ella fuera socialista, votaría Pedro Sánchez. Sólo por esto, en Catalunya tendría que haber  ganado Susana, sin embargo, no ha sido así. Los socialistas, en general,  son muy conservadores y prudentes y prefieren malo conocido que bueno por conocer.

M. Riera