marianoLos señores Sánchez e Iglesias (no es necesario añadir ningún otro dato de identificación porque se han convertido en los best sellers del momento) fueron andando vestidos de sport por la Carrera de San Jerónimo (para los separatistas que no tienen interés en el nomenclátor callejero de la capital, la Carrera es una calle de Madrid por la que se accede a la plaza de las Cortes en la que se ubica el palacio del mismo nombre. Es el que tiene un león a cada lado de la escalinata), enzarzados en una informal, animada y nada espontánea conversación como harían (excepto en lo de espontánea) dos amigos de toda la vida antes de entrar en el bar más cercano.

Una tomadura de pelo. Está claro que ambos se creen que los ciudadanos son de intelecto fallido, que se tragan todos los montajes que les echen y que practican el culto a la personalidad. Ese tipo de escenas hacen daño a la política a semejanza de la corrupción y empeoran la ya maltrecha relación pueblo/políticos. La falta de seriedad es total. Entre el beso y el paseíllo están convirtiendo a la política en una sucesión de gags propios del programa Mota. ¿Cuál será el siguiente gag que preparen?

Los temerosos de perder su recién adquirido empleo de parlamentario o de ver frustradas sus ambiciones de promoción (el señor Sánchez es su máximo exponente) afirman  que unas nuevas elecciones serían el fracaso de la democracia. Es mentira. También es mentira que se diga que al pueblo le aburre votar con demasiada frecuencia. Quizá a un sector le aburra por aquello de que es un ejercicio que obliga a recapacitar un poquito si uno no quiere convertirse en cómplice de un fiasco que puede alargarse cuatro años. Con ZP se alargó siete años y meses, aunque, los socialistas todavía no se han recuperado y, a pesar de ello, el señor Sánchez insiste en ser presidente.

Si de la democracia resultante de la acción del pueblo, se ha creado una situación en la que es muy complicado constituir un gobierno sostenible, razonable y lógico, hay que dar la oportunidad a ese mismo pueblo  que resuelva la cuestión, por tanto, unas nuevas elecciones que revisen la actuación anterior, parece lo más adecuado. Pero no. Los partidos prefieren aplicar el conocido refrán vale más pájaro en mano que 350 volando y se dedican a desprestigiar a la democracia imputándole una presunción de  fracaso cuya responsabilidad es exclusiva de los políticos, en especial del político Sánchez (marca PSOE) que se niega hablar con el ganador de las elecciones sobre todo por el temor a que si lo hace, no se cumpla la obsesión que tiene de instalarse en La Moncloa.

Los socialistas han anunciado que no se levantarán de la mesa hasta haber alcanzado un acuerdo tripartito. No es preciso que digan nada más: España no les interesa.

Lo dicho, poco serio. Por cierto, el primer artículo que se tendría que reformar de la Constitución es el 99-5. Éste establece dos meses para convocar nuevas elecciones. Con dos o tres semanas habría más que suficiente. Lo contrario pone en evidencia la falta de eficacia, eficiencia y capacidad de solucionar problemas con prontitud que sufren los representantes electos.

M. Riera