El señor Puigdemont se ha negado a representar a los ciudadanos de Catalunya en la conferencia estatal de presidentes autonómicos. Esa actitud ha sido vista como una negligencia superlativa, aunque el perjuicio sólo afecta a su partido y a él. Muchos catalanes se están cuestionando la utilidad de un president que prefiere quedarse en casa bien arropadito por sus incondicionales o dedicarse a dar en un teatro (nunca el lugar ha sido mejor elegido) un discurso secesionista que no aportó nada nuevo, en vez de representar a su comunidad, sin embargo, a pesar del menosprecio infringido, los catalanes están satisfechos porque fueron representados por el mismísimo Gobierno español. Seguramente la representación fue más eficaz y eficiente y, por supuesto, de más alto nivel.

En virtud de la libertad de pensamiento, muchos han interpretado la negativa como que teme dialogar o debatir con gente de distinta proyección que es tanto como repudiar a la democracia, o puede indiciar que padece lo que se conoce como un complejo de inferioridad respecto a sus colegas o, aún más peligroso, que sufre un complejo de superioridad. Hace temblar el recuerdo de lo que pasó cuando un iluminado actuó en nombre de la primacía  de la raza aria. Cabe también que todavía no haya encontrado ningún argumento aceptable o coherente para defender su posición cuando no está entre sus acólitos.

Lo más preocupante del caso es que si el president de la Generalitat señala con sus inhibiciones que no está por la labor de mantener relaciones con dirigentes regionales de su propio país, pocas posibilidades tiene de abrir y mantener contactos fluidos con los jefes de gobierno de la UE cuando la pretendida república catalana tenga que solicitar el ingreso en ella. Mientras el señor Puigdemont no modifique su estrategia y no elimine su dependencia de la CUP,  habrá conseguido que los catalanes transmitan una imagen de gente nada sociable ni empática. Gente atrapada en sus trampas, gente inhabilitada para la negociación y, además, engreída porque está convencida que sus razonamientos son los únicos válidos.

Por otro lado, la señora Forcadell no acudió a la Conferencia de Presidentes de Parlamentos Autonómicos celebrada en Valencia, alegando que tenía su mesa abarrotada de temas internos pendientes. Tampoco sabe establecer prioridades.

Es una buena noticia para Catalunya que el señor Puigdemont y la señora Forcadell hayan  coincidido en afirmar que no se presentarán  a la reelección. Catalunya necesita gente que no rehúya ningún foro ni se esconda porque sus  percepciones son incompatibles con el sentido común.

M. Riera