Camuflados entre el mensaje principal, los separatistas gozan de la habilidad de lanzar mensajes subliminales que raramente cuajan porque el personal, en general, está superando con éxito la fase de ingenuidad.
El señor Puigdemont ofreció a Bélgica la ayuda de Catalunya. Este hecho sorprendió a propios y extraños porque muchos se cuestionaron en qué podía consistir esa ayuda. Lo más probable es que cuando formuló la propuesta, Puigdemont tenía claro que Bélgica no le pediría nada porque es un país que puede acudir a otras muchas instancias solventes que no utilizarán la ayuda que presten como propaganda política.
Después el señor Puigdemont dijo “el terrorismo no doblegará la voluntad de construir Europa basada en los valores de la convivencia y la paz”. Con esta frase, el señor Puigdemont ha entrado en la galería de europeístas ilustres.
Si con una unión de 28 Estados, el señor Puigdemont considera que Europa todavía no está construida, es que se encuentra inmerso en un conflicto de apreciación, sin embargo, aquí se vislumbra un nítido conato de infiltrar también el ineludible toque secesionista con que sazona todas sus intervenciones: para el señor Puigdemont, Europa no estará del todo construida hasta que la región catalana no sea considerada Estado soberano miembro.
En boca del señor Puigdemont, lo de la convivencia es aún más absurdo. Es curioso que un hombre que sólo tiene in mente separarse de España y, en consecuencia y automáticamente, de la UE, tenga la osadía de hablar de los valores de la convivencia, aunque, haciéndolo parece destelle una luz al fondo del túnel. El señor Puigdemont está reconociendo que el tejemaneje de la independencia es una manipulación de realización imposible y contraria a la convivencia. El señor Puigdemont sabe que lo único que tiene futuro en cualquier campo, es la unidad territorial de los Estados, sin embargo, se ve forzado por sus mentores a que su discurso difiera de ello con lo cual provoca que su prestigio esté estancado a la baja en el nivel que tenía una semana antes de tomar posesión del cargo que ostenta.
Por último, el señor Puigdemont invoca la paz, pero, no tiene en cuenta que el intento de ruptura del orden político-geográfico establecido democráticamente por todos los ciudadanos de un Estado, es una afrenta a la paz mírese desde donde se mire.
M. Riera