En el retrato biográfico que publica internet de la señora Rahola (doña Pilar), consta que es de ideología “independentista catalana”. La gente en general siempre ha pensado que la ideología se correspondía con una de las corrientes políticas al uso: conservador, liberal, demócrata cristiano, socialdemócrata, comunista, anarquista, pero, por lo visto la gente está equivocada.
Los separatistas catalanes son tan originales y creativos que han sido capaces de inventar una nueva ideología política con identificación territorial exclusiva. Ninguna objeción, la libertad ideológica lo permite.
La cuestión que plantea esa nueva ideología es si es o no es lo mismo ser independentista catalán que serlo escocés, corso o padano. Dicho de otra forma: ¿cada secesionismo tiene su copyright o existe un modelo internacional de independentismo con el proyecto común de desmembrar estados?
El independentismo es, por su esencia, individualista y escaso de solidaridad, por tanto, lo más coherente es suponer que cada separatismo se rige por cánones monopolísticos o excluyentes de los demás. Lo cierto es que si entre ellos se copiaran las fórmulas, dejarían de ser independientes.
La ventaja que otorga la ideología independentista catalana es que en esa idolatrada y maravillosa futura república con la que se camela al público (que se deja), no será necesario que coexistan la derecha, el centro o la izquierda. Con un partido político único será suficiente. Se podrá prescindir de celebrar elecciones y del parlament. Bastará que una comisión presidida por un cantante ejerza la función legislativa. Ello supondrá un ahorro importante en gastos de personal que permitirá bajar impuestos y los ciudadanos quedarán liberados de la preocupación de decidir quién tiene que gobernarlos, vivirán tranquilos y sin incertidumbres ni lapsos de poder cada dos años. Un chollo.
La ideología independentista catalana ha configurado un núcleo que ha hecho de ella su medio de vida. Si al independentismo catalán se le escucha o se le lee, conviene poner en cuarentena lo que dice y escribe o, si más no, ponerlo en remojo doce horas como los garbanzos. Asimilar su discurso sin antes tomar las debidas precauciones cognitivas puede implicar contagiarse del virus del integrismo y, como se sabe y es verificable, el integrismo oscurece y cierra la mente y lleva al conflicto conceptual que provoca desastres.
La ideología independentista catalana destila una aversión patológica hacia los poderes del Estado que emanan de la soberanía nacional, excepto, lógico, hacia los poderes ejercidos por los propios separatistas.
De sus actuaciones se deduce que el independentismo catalán no acepta que los ciudadanos sean iguales ante la ley sin discriminación alguna en razón, entre otras, de sus circunstancias personales o sociales.
M. Riera