Foto: Xavier Solanas

ORIOL SERRA

Cuando lean estas líneas, es posible que Isabel Milrado y su hijo, David Prieto, ya no tengan casa. Este mismo viernes a las ocho de la mañana está previsto el desahucio de su vivienda de la calle Rafael de Casanova, en Granollers. Un desahucio contra el que la Plataforma d’Afectats per la Hipoteca (PAH) se ha movilizado durante toda esta semana. “Esperamos poder reunir a mucha gente para llevar a cabo una protesta pacífica y de esta manera evitar que les echen de casa”, explicaban a esta revista fuentes de la plataforma poco antes del cierre de esta edición. Es la última oportunidad para una madre y un hijo para quienes este desahucio no es sino la última estación de un largo viacrucis donde la enfermedad y la violencia doméstica han hecho también acto de presencia.

Todo empezó en 2007, cuando Isabel y el marido con el que entonces vivía solicitaron un crédito bancario que les fue concedido por la entidad Bancaixa. Para conseguirlo, pusieron como aval el mencionado piso de la calle Rafael de Casanova, donde habían vivido desde la fecha de su boda, en 1978. “Mi marido estaba pendiente de cobrar una herencia familiar con la que pensaba pagar al banco, y además en aquel momento se encontraba en una buena situación laboral”, explica Isabel. Pero esta situación empeoró al año siguiente, y la mencionada herencia acabaría no llegando, lo cual complicó las cosas al matrimonio. Por si esto fuera poco, ella tuvo que dejar de trabajar por motivos de salud –al tratamiento de un tumor se añadió un diagnóstico de ansiedad-. Y lo que es peor, “el comportamiento de mi marido cambió, no sé por qué, volviéndose cada vez más distante e incluso violento en casa”. Una violencia que acabaría derivando en situaciones de “maltratos” y, finalmente, en el abandono por parte del marido de la residencia.

SIN INGRESOS

Desde entonces, el contacto entre Isabel y su marido ha sido “casi nulo”. “Desconocemos su paradero” y “desde que se fue no ha pagado ninguna de las cuotas que tenemos pendientes con el banco”. Unas cuotas a las que ni Isabel ni su hijo pueden hacer frente. Ella, con 55 años, no encuentra empleo y ha agotado sus ahorros. Cobró durante once meses una prestación por desempleo, y actualmente se encuentra pendiente de cobrar el PIRMI. “En Servicios Sociales del Ayuntamiento me confirmaron que lo tengo aprobado desde el pasado mes de mayo”, insiste. Pero lo cierto es que “todavía no he cobrado nada”. Por lo tanto, no cuenta con ningún ingreso.

David, de 32 años, es parado de larga duración. Hace más de dos años que perdió su último empleo, el subsidio del paro se le agotó meses atrás y en un contexto como el actual no consigue ver la luz al final del túnel. Por lo tanto, tampoco cuenta con ningún tipo de ingreso con el que afrontar la delicada situación que se vive en su casa. Tanto él como su madre llevan meses acudiendo al Xiprer y vendiendo artículos personales para poder subsistir. A día de hoy, incluso la comunicación con la propia PAH es poco ágil porque no disponen ni siquiera de teléfono. “Tuvimos que venderlo, no nos dieron mucho por él pero lo poco que obtuvimos lo necesitábamos para comer”, lamenta Isabel. Pero no es el teléfono lo único de lo que se han deshecho, también han vendido diversos electrodomésticos e incluso piezas de oro con valor sentimental. “He vendido todo lo que podía para poder subsistir”, añade Isabel, “ya no me queda nada, solamente mi dignidad”.

EL DESAHUCIO

Fue en 2009 cuando Bancaixa amenazó por primera vez con llevar a cabo el desahucio. Era el procedimiento habitual que lleva a cabo cualquier entidad bancaria ante un caso como éste. “Como el marido de Isabel no paga sus deudas, lo primero que le embargan es el piso, que va a nombre de los dos”, explican fuentes de la PAH. Pero no es él quien se encuentra en el piso y a quien por lo tanto afecta directamente este desahucio, sino a la mujer con la que todavía está casado y a su hijo. Ambos han podido sortear durante los tres últimos años el triste desenlace, pero el pasado 3 de febrero recibieron la visita de un cerrajero.

“Al poderles convencer de que no habíamos recibido ninguna notificación”, explica Isabel, “conseguimos que pusieran una moratoria”. Una moratoria que duraría un mes y que vence este viernes. A las ocho de la mañana esperan una nueva visita del cerrajero. Pero no estarán solos. La PAH ya ha movilizado sus filas para evitar un desahucio que, de llevarse a cabo, dejará a los afectados “sin ningún lugar adonde ir y sin absolutamente nada”. Por este motivo, la plataforma espera que la presión ejercida sirva para que “desde los Servicios Sociales se solicite una nueva moratoria”. O, en palabras de la propia Isabel, para “ganar tiempo”.

Tiempo para que, como explican desde la PAH, “ella pueda permanecer en el piso hasta que cobre el PIRMI”. Posteriormente, “queremos conseguir que, una vez la vivienda haya pasado a manos del banco, ella pueda seguir viviendo en régimen de alquiler y le condonen la deuda”. Sería “lo ideal”, señalan dichas fuentes, aunque “somos conscientes de que será difícil”. Por este motivo hacen un llamamiento al boicot del desahucio. Porque si fracasan, cuando lean ustedes estas líneas, es posible que Isabel y David ya no tengan casa.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí