Dicho personaje, creado por la imaginación de los historietistas Joe Simon y Jack Kirby en la época de la 2 GM, es el primero de los héroes de Marvel. Era un súper soldado, vestido con el traje de Norteamérica, portando un escudo indestructible, y cuya fuerza devenía, de tomar una “pócima mágica” de suero, emulando así,  tanto los antecedentes de los libros de caballerías,- caso de la famosa pócima del bálsamo de Fierabrás del Quijote-, como  la  posterior también de comic del imbatible  Obélix que le fabricaba el druida Panoramix, y que a diferencia de éste último, -que daba garrotazos a diestro,  siniestro y sin ton ni son a los romanos invasores-, el Capitán América, hacía lo propio pero contra los nazis, y cuyo objetivo principal,  era levantar la moral bélica del país.

Dicho personaje americano, aunque fuese de comic, en cierta medida, también obedecía a la necesidad inconsciente de contar con “héroes mitológicos” como desde siempre habían tenido los europeos. Este en concreto, ocasionalmente lo congelaban, para resucitarlo cuando debía salvar de nuevo a su país, con lo cual, otra de sus peculiaridades, era ser intemporal, adaptándose así a los tiempos como hacen los inmortales.

Trump, qué duda cabe obedece mucho a esta filosofía, de hecho, algunos creen que es su pura “reencarnación”, y que retorna para combatir a diestro y siniestro, todos los excesos de la ultraizquierda, y que es lo que lo proyectaron a la cima; lo que bien podríamos bautizar como “la teoría de la polarización de los extremos”, que como los imanes, se atraen fatídica y  mutuamente. Así, a una revolución, le seguiría una contrarevolución como explicaba  Pérez Galdós,  en una conversación de cafetería en su extraordinaria novela de “Fortunata y Jacinta”. Cómo telón de fondo,  estamos además convencidos,  que se está repitiendo la historia del S.XIX y XX respecto a los nacionalismos e imperialismos, para  así ser consecuentes con el tropiezo en la misma piedra, propio y recurrente de la esencia del ser humano,  que no es precisamente la piedra filosofal que debería imperar.

  Trump, según esa teoría, se autoalimentaría, a la vez que haría un reequilibrio en la clara “descompensación de la balanza” a la que nos ha llevado esas políticas erráticas internacionales de la ultra izquierda en muchos temas clave: los géneros, lucha contra el cambio climático, cambios radicales en la  concepción clásica de la familia, acoso a la religión católica, políticas agresivas contra al sector primario; instituciones en definitiva en que se asientan y representan los “pilares” tradicionales de las sociedades occidentales, por lo que en buena medida, y paradójicamente, uno de los éxitos del personaje, convendremos, es precisamente, usar el mero “sentido común”.

La teoría del loco

 Como el personaje, resucita y se adapta a los tiempos, aplica memorísticamente también experiencia de la política de los mandatarios que le precedieron, caso de Nixon que llegó a burlar al bloque comunista en su día, aunque una cosa es hacer una estrategia ante el bloque comunista en el periodo de “la guerra fría”, y otra es intentar merendarse Canadá, Groenlandia, el canal de Panamá, y parte de los bienes de la expoliada Ucrania, amén de intentar provocar un inaudito involuntario éxodo en la población de Palestina; dejar de contribuir a organizaciones internacionales primordiales, amenazar a los europeos de dejarlos sin la cobertura de la OTAN, retirarse de la ONU, volver a los aranceles históricos propios del mercantilismo, si bien al mismo tiempo, contradictoriamente, aboga por reducir el papel invasivo estado; y no sé cuántas genialidades más habrá que sumarle al recital internacional que pretende dar al mundo

  La teoría del empresario y “pater familias”

   Trump, visto desde esta óptica,- diametralmente diferente a la anterior-  sería más coherente. Le gusta mostrar un espectáculo, pues le agrada también el personaje cinematográfico de “Joker”, hacer de payaso aunque sin serlo. Digamos que en esta “primera fase”, -puesto que es propenso al cine-, está subiéndose a uno de sus rascacielos, al estilo “King Kong” y golpeándose el pecho, demostrando que ganó a sus acérrimos perseguidores que querían encerrarlo y exhibirlo en una jaula. Al l mismo tiempo, busca que su grito de “espalda plateada” propio del macho Alfa,  sea  escuchado y atemorice el mundo entero. Otros sencillamente, ya por peinar canas, nos limitamos a comernos palomitas, ¡disfrutando del magnánimo espectáculo!  Digamos que el actor, pues como decía Calderón, “el mundo es un mero  teatro”,  pone  el listón de la comedia muy alto, siendo consciente que, después ya vendrán las rebajas,  resultado a su vez  de la lógica del expresado sentido común que se le debe presuponer, puesto que la despoblación que pretende por ejemplo de Gaza, formaría parte de un claro delito de libro de “lesa humanidad” propio de un derecho internacional consolidado, que marcó un primer hito en la paz de todo el historial sangriento de la  Humanidad, y  que en caso, de no cambiar de rumbo,  no lo llevaría precisamente “al premio nobel”, por mucho que además no acepte el Tribunal Penal Internacional, órgano internacional que su propio país creó, pero que dando ejemplo, se obstina en no acatar. A su vez, muy dado y propenso él, a esa  industria cinematográfica, está aprovechando el aliado de la zona,- también propenso al celuloide- al mejor estilo de “Tarzán”, le corrobora con su eco, que esa zona selvática también le pertenece.

  Lo que en el fondo entiendo que late en su idea, aunque sea un tanto abstracto, -tipo “Dalí”-,  es la “reconstrucción de Palestina”, sabedor que donde se crea riqueza, -empezando por sus “empresas constructoras”- genera expectativas y riquezas, que evitarían radicalismos muy propios de la zona, en línea, tal vez siguiendo las propias frívolas expresiones de dirigentes del estado Judío cuando popularizaron, conforme,  desde lograr  poseer un estado, “habían sentado a Dios en el asiento trasero”.

  Eso es el mero iceberg de lo planificado, puesto en  su agudo  ojo de águila, sino de puro lince, es una  visión  mucho más amplia, resultado de la guinda del pastel que le deja  la herencia de la administración  Biden,  que será a bien seguro la “reconstrucción de Ucrania”, donde  sin,  ni tan siquiera un mero plan Marshall , tipo Europa en su día  -salvo en la dotación temeraria de bombas y artefactos bélicos, – sin tener en mínima consideración a la “población”; hechos que además, podrían habernos llevado sencillamente a la extinción como especie- pretende lograr unos beneficios extraordinarios en todas las áreas, incluso a perpetuidad.

  Más genialidades del negocio empresarial americano: la excelente materia prima de la ingenuidad europea

   Como experto golfista, también su éxito radicará en errores del rival, caso de la impericia temeraria de la época de Biden, sucesora a su vez de la política expansionista decidida en la era de Bill Clinton en 1997 – en contra del Bloque Soviético y de lo pactado verbalmente-,  verdadera, o principal  “causa” del “efecto” que representó después la guerra de Ucrania, que llenó de razones a otro añorante del imperio como representa Putin.

   “Las guerras, fuera de casa”, como expresión y slogan de la política norteamericana, en este caso en suelo y perjuicio de la vieja Europa, a la que tratan ya como tercermundista,  de la cual también ya predicaban, que su futuro se limitaría al simple “catar vinos añejos”. Lo que no se esperaban, es que sus miopes y mediocres líderes, participaran como verdaderos peones o auténticos camareros del Tío Sam. El “negocio” fue redondo, pues por una parte se intentó finiquitar a la eterna rival, la madre Rusia, evitando el enfrentamiento directo (que en contadas ocasiones les salió bien en toda su historia) a través y a costa de la sufrida y experimental “población ucraniana”, consiguiendo así, múltiples objetivos, entre otros, renovar sus viejos y caducos arsenales armamentísticos, tanto propios, como los vendidos previamente a Europa, resultado de las exigencias de compras permanentes que implica pertenecer a la solo teórica alianza “defensiva” de la OTAN, más las compras forzosas millonarias futuras que se avecinan por mero real decreto americano. A lo anterior, habría que sumarle, el extraordinario  lucro final que en primicia sacará de las negociaciones de una  derrotada nación, donde su voluntad, así como la de los países europeos, –incluso  para su eterna fiel aliada Gran Bretaña-, han sido excluidos humillantemente  al dejados de lado,  como si  nuevo hito histórico fuese al estilo Yalta, aunque en realidad, nos recuerda más al caballo de Atila en la caída del Imperio Romano.

 Nuevo orden internacional

  Aparentemente, ignorando el consolidado orden internacional, podría devenir la política de la fuerza de los hechos entre colosos. Así, Rusia se desayunaría una buena porción de Ucrania; a China, en compensación, se le permitiría el almuerzo de Taiwán, y EE.UU, se cenaría a su vez Canadá, Groenlandia, y el canal de Panamá. “Paz y gloria”, y cada uno con sus respectivos campos de influencia, que en el caso de Rusia, exigiría también que todos los territorios de los países que fueron objeto de ampliación última de la OTAN, quedasen como neutrales a uno y otro bando, a estilo de corredor separativo y de seguridad, tipo división actual entre las dos Coreas. A su vez, se deslindarían las respectivas influencias en África, Sudamérica e Índico. EE.UU., a su vez, posiblemente pediría como compensación el fin  y disolución de los BRICS.

  La ONU, caso de no desaparecer, el derecho de veto, quedaría reducido a esos tres titanes

 “Albricias” como ocasión para Europa

  Un buen optimista, sabe catar, a ojo de lince, una oportunidad, donde otros solo ven el caos. Así Europa, tendrá una ocasión única para consolidarse como potencia bélica autónoma, y exigir (no suplicar) un puesto entre esos nuevos titanes. Incluso, si fuera coherente, aprovecharía para efectuar una verdadera unión política si tuviese verdaderos líderes en vez de meros burócratas y partidismos, fruto del nacionalismo histórico. Gran Bretaña, sería la más interesada, después de ver el trato y pago de su antiguo, no se sabe ya, si amo, o aliado atlántico.

   En ese nuevo concierto, o desconcierto internacional al que parece estamos abocados, Europa partiría en también ostenta el fatídico juguete de la bomba H., que parece ser el factor fundamental del nuevo reparto de cargos e influencias internacionales. Incluso, persistiendo en sus divisiones internas, y respetando las soberanías respectivas, sería perfectamente factible, la creación permanente de un ejército propio, cuyo mando iría rotando, tal como se hace actualmente en la política en Bruselas, con mecanismos de control en caso de confluir momentáneamente determinadas incompatibilidades estratégicas, que pudiesen surgir entre sus miembros.

  En definitiva, todo serían ventajas, en vez de dar extraordinarios beneficios a la exclusiva industria bélica americana,  donde su compromiso y fidelidad está ya más que en entredicho, puesto que se comporta, más como un rival que un verdadero socio, más bien de poco fiar como demostró en esa temeraria ampliación de la OTAN, incluso contra el criterio de las principales potencias europeas, y que derivó en sufrir la guerra en nuestro propio continente al margen de tener que asumir millones de refugiados, dejar prácticamente vacíos los arenales armamentísticos, sufrir la crisis energética, y todo para encima ser excluidos de las negociaciones de paz, ninguneo y humillación que debería servir para abrir ojos y mentes.

  En el fondo, lo que EE.UU. pretende atenuar, es el inicio del “ocaso” de su propio breve imperio, donde la industria armamentística es fundamental para seguir  manteniéndolo- , más el desmoronamiento de su orden internacional, que como ya indicó esta Revista del Vallés al inicio de la guerra, representaba un cambio radical por la vía del hecho del “statu quo”, dirigido y sincronizado perfectamente por Rusia y China, potencias estas, que podrían a la vez, ser la solución lógica, junto con los BRICS, de la amenaza americana de los aranceles, otro tema, que va contra toda lógica y realidad económica imperante en un mundo globalizado.

  En definitiva, y para no extendernos más en lo que sin duda se llevará el viento, y en línea de esa predilección nata por el cine y comedia internacional, podríamos terminar, por decir que la idea de un ejército, daría una autonomía y voz propia a nuestro Continente, y que como diría Bogart en Casablanca: “pienso que este es el comienzo de una bella amistad”, a su vez, Ingrid, le podría decir al pianista (en este caso Trump): “Tócala otra vez Sam”. Siempre nos quedará Madrid.

José Manuel Gómez