Desde el pasado viernes Cataluña tiene nuevo presidente de la Generalitat, después de tres meses y tres días después de elecciones. Al final se han puesto de acuerdo ERC y Junts. Un acuerdo condicionada por la repartición de cargos y voluntades vacías de contenidos, porque ambos harán todo lo posible para marcar estilo y tomar carrerilla para las próximas elecciones que ya están marcadas.
¿Por qué digo esto? Quedó demostrado en el pleno de investidura. La presidencia de Aragonés finalizará en 2023 y volveremos a elecciones. Y esta premisa se cumplirá teniendo en cuenta que las CUP no estarán de acuerdo con las medidas que deberá tomar en su presidencia. Pues la realidad es una y la de las CUP es otra. Estos últimos, antisistema y anti todo, pedirán la cabeza de Aragonés por el único hecho de no haber cumplido su palabra o el compromiso firmado. Las CUP tiene bastante para sentirse traicionados con una tontería. Y la buscaran para seguir siendo lo que son, unos personajes que están en política para deconstruir, no para crear o gobernar.
A partir de ahora Pere Aragonés tiene una serie de retos. El primero es dar carpetazo al procés y gobernar. Cataluña lleva demasiado tiempo sin que nadie haga nada. La parálisis institucional ha sido una constante desde que el astuto Artur Mas tuvo la brillante idea de romper la baraja y decidió dividir Cataluña y hundirla en la más absoluta miseria. Un hundimiento que ha supuesto la ruina no sólo de la institución, sino de la economía y de la sociedad. También Aragonés deberá marcar estilo y demostrar que es válido para el cargo que ocupa o una simple marioneta de Oriol Junqueras. Una tarea nada fácil.
El segundo reto es el económico. Cataluña ha dejado de ser una de las comunidades líderes de la economía española, a convertirse en cola de ratón. A parte de las miles de empresas que ya han cambiado su domicilio fiscal, tenemos las que están empezando a cerrar sus puertas. Recientemente han anunciado el cierre Bosch, Novartis o Sandoz, sólo por poner tres ejemplos. Y, si seguimos así, otras las seguirán. El reto de Aragonés es devolverles la confianza a los empresarios. Esta desconfianza va ligada al procés. Sólo un cambio de rumbo traerá confianza y Cataluña no quedará desindustrializada.

El tercer reto es aprobar un presupuesto acorde con la postpandemia. Llevamos varios años prorrogando los presupuestos y Cataluña cerró, el 2021 -siendo Aragonés conseller de economía- con un déficit de 768 millones de euros. Hubo un gasto, no previsto, como consecuencia de la pandemia de 32.151 millones de euros. Estas cifras son escandalosas. Difícilmente se puede mantener una economía con la pérdida de empresas y una inestabilidad provocada por ERTEs y EREs y paro.
No será nada fácil hacerlo y aprobarlo. Detrás tienen a las CUP. Como otros partidos de izquierdas, lo que quieren es gastar. Darles pagas a las personas, subir el sueldo mínimo, dar sin recibir. Y, como diría Pujol, este tema ahora no toca. El próximo presupuesto ha de ser de contención. Realista. Dejando de lado los gastos superfluos que ha habido hasta ahora en embajadas y en mantener a muchos para internacionalizar un procés, que nunca lo han conseguido. En Cataluña se han gastado miles de euros que no ha servido para nada. Ahí tendrá en contra a los de Junts. Con lo cual, Aragonés lo tiene complicado para aprobar “su” presupuesto y no vivir encadenado a uno que, desde su aprobación quedó desnaturalizado.
Otro reto importante está en la mesa de diálogo y el Consell de la República. Las CUP dijeron en su discurso que están por la confrontación con España. Con lo cual, ¿para qué establecer una mesa de diálogo? Quien quiere confrontación no dialoga. Aunque cueste, es momento de gobernar y dejar aparcado utopías como autodeterminación y referéndums. Porque, aunque Pedro Sánchez quiera ofrecerle un referéndum para un nuevo Estatut, los separatistas ya han pasado de pantalla. Este tema a ellos no les importa. En 2017 se cargaron el Estatut y la Constitución. Ellos quieren su propia constitución como país independiente. Ofrecerles esto es conocerlos muy poco.
Paralelamente a esto tenemos los indultos. A Sánchez se le puede complicar un poco este tema. En primer lugar, las últimas encuestas dan una victoria al PP, pudiendo llegar a los 138 escaños, mientras que el PSOE se quedaría en 103. Esta pérdida de confianza querrá recuperarla con los fondos europeos. Pero, claro, la Unión Europea está mirando lo que hace España. ¿Entendería la UE los indultos a unos políticos que intentaron dar un golpe de estado? Tampoco entenderían que les ofreciera un referéndum de autodeterminación. La Unión Europea fue muy clara en este aspecto, en Europa no se pueden celebrar estos referéndums porque no existe ningún país con estas características. Después tiene el tema de Andalucía y su intento de echar a Susana Díaz.
Con lo cual, a Pedro Sánchez se le complican los próximos meses. Si quiere seguir como presidente del gobierno y recuperar la confianza del electorado, tendrá que dejar de complacer a sus socios de gobierno. Esto algunos no lo entenderán. El problema de Sánchez es el mismo que el de Aragonés. También tiene unos meses complicados y con unos socios que le harán la vida imposible. Un futuro complicado para el máximo representante del Estado en Cataluña. Muchos retos y poco tiempo, pues el cronómetro se ha puesto en marcha. Veremos que nos depara Aragonés de aquí al 2023. No lo tendrá fácil.
César Alcalá