César Alcalá

Juan Manuel Moreno Bonilla ha ganado las elecciones en Andalucía con una mayoría absoluta de 58 escaños. Hace poco más de un año Ayuso hizo lo mismo en Madrid. En aquella época estaba Casado y ahora Feijoo. Alguien habla del efecto Feijoo en Andalucía. Y se equivocan analizándolo de esta manera.

Si uno ha seguido la campaña electoral se habrá dado cuenta que Moreno Bonilla ha cambiado el azul del PP por el verde de Andalucía. Tampoco el símbolo del partido apareció mucho. Al salir el ganador ante sus simpatizantes había más banderas de Andalucía que del partido ganador. Con lo cual, como Ayuso, el votante confió en el líder, por eso lo voto, y se olvidó de las siglas.

Todo apunta que el próximo presidente del gobierno de España será Feijoo. De conseguirlo no será por su efecto. La llevaran a la Moncloa Ayuso y Moreno Bonilla. Ellos dos si que han sido efectos y no el presidente gallego. La marca pesa, por todos los escándalos. Por eso es mejor presentarse sin marca o escondiéndola. La regeneración de la marca, de existir, será a través de estas personas que están ganando por mayoría absoluta, siempre y cuando se hagan las cosas bien y no se vuelva a las andadas.

Un amigo me comentaba hace unos días que el efecto de Andalucía podía instalarse en Cataluña. Recordemos que en mayo de 2023 habrá elecciones municipales. Esa será la piedra de toque. También lo será si se adelantan las elecciones al Parlament. Pues bien, es muy complicado que el efecto Moreno Bonilla, ni Feijoo, recupere la caída libre que sufre el PP en Cataluña. Es un partido en descomposición. En gran parte a los dirigentes que no han sabido enhebrar una cohesión en los últimos años.


La descomposición empezó en las últimas municipales, donde el partido desapareció de casi toda Cataluña. En vez de juntar fuerzas y trabajar para un futuro, prefirieron que todo se disolviera y ya pensaremos lo que hacemos en el futuro. Luego vino las elecciones al Parlament, donde sólo se consiguieron tres escaños. Conseguir el efecto Moreno Bonilla en Cataluña es imposible. Alejandro Fernández no tendría que doblar votos, tendría que multiplicar por 1.000 para conseguir una mayoría absoluta en Cataluña. Esta utopía nadie se la plantea. Lo mismo pasa en las municipales. Cuatro son los municipios que pueden conseguir representación, poco más.

En unas próximas elecciones municipales en Cataluña habrá una doble descomposición de partidos. Ciudadanos y PPC quedaran a las puertas de desaparecer y la representación que quede será testimonial. Ciudadanos por la descomposición del partido a nivel de toda España. La del PP por la mala gestión de sus dirigentes, que ya empiezan a ponerse nerviosos porque ver la hecatombe que se avecina.

Es muy difícil que en un municipio, donde se ha instalado la desidia, se pueda recomponer un partido que se dejó morir en 2019. No se puede motivar a las personas desmotivadas porque sus dirigentes los han dejado de lado durante estos años. No se puede pensar que uno será clave, cuando se sabe perfectamente que no cuenta en las quinielas políticas. Uno no puede intentar ganar cuando sales como perdedor y lo sabes. Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.

El centro derecha catalán debe tener un partido que aglutine los dos partidos que han entrado en descomposición. Se ha de entender el pensamiento de la gente que vive en Cataluña. Moreno Bonilla ha hablado a los andaluces y Ayuso a los madrileños. Desde Cataluña se ha de trabajar para los catalanes y no con políticas marcadas por Madrid. Por eso es imprescindible un partido como el UPN navarro. Un partido que piense en el bien común de los catalanes y, también pueda ser clave en el futuro de España. Este partido ya existe y se llama Valents.

César Alcalá