César Alcalá

Cataluña no tiene remedio. Esto se demostró con la inhabilitación de Quim Torra que, durante 874 días ha ocupado la presidencia de la Generalitat de Cataluña. No vamos a entrar en sus declaraciones, porque forman parte del personaje. Oírlo decir que la sentencia es un golpe urdido por los poderes del Estado y su llamada a todos los independentistas a la ruptura democrática como única manera de avanzar hacia la secesión, es un clásico en este personaje. Si no lo hubiera dicho, no sería Quim Torra. El problema no es ese. Lo peor es que cientos de hiperventilados se lo creen.

Solo conocerse la noticia la ensalzaron diciendo que era el primer presidente de la Generalitat inhabilitado. Y mentían. El primero fue Lluís Companys en 1934 y el segundo fue Carles Puigdemont en 2017. Estos dos personajes ayer no existieron. Era importante lanzar una storytelling falseando la realidad y elevar a un personaje que ha ido nefasto no sólo para Cataluña, sino para toda España. Porque, a pesar de ellos, lo que ocurre en Cataluña afecta a toda España y al revés.

Luego se lanzaron los mantras de siempre: “libertad de expresión”, “derecho a decidir”, “vulneración libertad democrática”. No se explica la realidad, porque no les interesa. Lo importante es lanzar el mensaje que España es muy mala y siempre va en contra de Cataluña. Su lenguaje es infantil. Recuerda aquellos niños que llegan a casa y les dicen a sus padres “la profesora/profesor me tiene manía”. Pues esto es lo mismo. España le tiene manía a Cataluña y por eso nos castigan. Una política estructurada basándose en este concepto tan infantil no tendría futuro en un territorio maduro, pero una mayoría catalana -la independentista- tiene un grado de infantilidad muy elevado.

En su momento se le dijo a Quim Torra que retirara una pancarta. Se negó porque él, como ser supremo, no obedece lo que desde Madrid le puedan decir. ¿Quiénes son esos para vulnerar su libertad de expresión? La junta electoral obligó a su retirada. Y fue denunciado por ello. Incumplió la ley y ha sido condenado a inhabilitación de cargo público. Cualquiera entendería que, si uno se salta la ley o la incumple tiene repercusiones. Todos menos los hiperventilados que se han creído la mentira que Cataluña era un país independiente antes del 1714, cuando España conquistó este territorio en la guerra de “secesión”.

Decía que Cataluña no tiene remedio y la verdad es que, leyendo algunas declaraciones, nos ratificamos. Dejando a parte el escrito enviado por el FC Barcelona, el actual director del Museo de Montserrat, el benedictino Josep Laplana Puy escribió en las redes sociales: “Presidente Torra, sois una gran persona con un humanismo sólido y admirable. Estoy a su lado y me duele el espíritu de odio y venganza que vemos y sufrimos cada día. A pesar de todo estamos en camino y es el camino bueno”. Estas palabras son muy graves. Es un lenguaje guerra civilista. Que una persona ilustrada -al menos eso creemos- pueda decir que en España existe un “espíritu de odio”, es una falacia que no se debería permitir.

En el lenguaje independentista se respira odio. Una frustración muy grande en algunas personas. Y esto es muy peligroso. No tiene arreglo. Y no nos extraña que luego cuando los CDR convocó manifestaciones, lo primero que hicieron es atacar la Delegación del Gobierno y otros puntos habituales. Luego se les llena la boca diciendo que “el pueblo catalán nunca ha sido violento”. Ya se vio en las imágenes que recorren las redes sociales. Con unos personajes que deberían anteponer el seny a la rauxa, es muy complicado que sus seguidores hiperventilados no actúen con violencia. Será un milagro que se comportaran pacíficamente.

Cataluña no tiene remedio. Por mucho que algunos quieran mesas de diálogo, darles concesiones, indultos, y un largo etcétera de prebendas, la realidad es que un sector -no muy grande- no desean nada de todo esto. Ellos serían felices rompiendo con España por el simple hecho de romper. De dar rienda suelta a un sueño que les gustaría que fuera realidad. No hay remedio mientras algunos personajes siembren el odio cada vez que abren la boca. No hay remedio y es una pena. Decía Josep Pla que “el pueblo que no logra manifestar su subconsciente de manera holgada, libre y normal, pierde fatal y certeramente su personalidad. El arrinconamiento al que aludo crea en el catalán un sentimiento de inferioridad permanente. El primer drama del catalán consiste en el miedo a ser él mismo. Pero hay otro todavía más grave: el catalán no puede dejar de ser quien es. El catalán es un fugitivo. A veces huye de sí mismo y otras, cuando sigue dentro de sí, se refugia en otras culturas, se extranjeriza, se destruye; escapa intelectual y moralmente. El catalán es un ser humano que se da pena. Unamuno dice que [los catalanes] hasta cuando parecen que atacan están a la defensiva”. Por eso Cataluña no tiene remedio.

César Alcalá