César Alcalá

La llegada del presidente Torra a Madrid ha supuesto una serie de manifestaciones “cariñosas” dirigidas la gobierno y a España. Esta jerga de Torra no es nueva. No ha inventado nada. Hagamos un retroceso histórico y leamos:

se nos oprime y se nos insulta, al paso que figuremos los primeros en la escala de los deberes y somos los que más contribuimos con tributos pecuniarios y de sangre al sostenimiento del estado”.

“La nación catalana es la reunión de los pueblos que hablan el idioma catalán. Su territorio comprende: Cataluña con los condados del Rosellón y la Cerdaña, el Reino de Valencia y el Reino de Mallorca. Los tres pueblos que forman la nación catalana tienen una constitución política propia y están federados entre sí y con el Reino de Aragón mediante ciertas condiciones que son objeto de una ley especial. Cataluña es el Estado político formado, dentro de la Confederación, por los catalanes del Principado y de los condados del Rosellón y de la Cerdaña. El Principado de Cataluña es libre e independiente”.

el dilema se ha planteado de una manera brutal, si queréis, y el dilema es el siguiente: o nosotros continuamos bajo la opresión del Estado opresor, del Estado centralista, en una esclavitud moral, peor cien veces que la materia, o vamos a la violencia

La decisión hoy es más clara y nítida que nunca: o la decadencia de una España monárquica que da vergüenza en Europa o la esperanza de la República Catalana del compromiso cívico”.

El primer escrito es de Tomás Bertrán i Soler, que proclamó la diputación catalana en 1848. El segundo es una de las bases de Manresa de 1892. El tercero es un discurso de Francesc Macià de 1923. Y el último son las palabras pronunciadas por Torra.

Han pasado los años y siguen con el mismo argumento. Torra habla igual que Macià, Companys, Pau Claris u otros lideres del nacionalismo catalán. En los últimos 400 años no han cambiado de discurso. ¿Por qué? En realidad no lo han hecho porque, como escribió Josep Pla, que “el catalán vive traumatizado porque tiene miedo de ser el mismo y no puede dejar de ser lo que es”. Así que “el arrinconamiento al que aludo crea en el catalán un sentimiento de inferioridad permanente”. Con lo cual, el discurso que se han inventado durante generaciones es debido al trauma que tienen al no querer ser personas normales y esto le provoca un sentimiento de inferioridad.

A todos los que hemos nombrados y a todos los políticos independistas catalanes les hubiera gustado que Cataluña fuera un reino independiente, grande, importante en Europa y con un legado que fuera estudiado en los libros de historia. La realidad es que es un conjunto de condados, que en el 1187 se integraron a la Corona de Aragón y que su grandeza va ligada a la de España.

Este sentimiento de inferioridad los ha llevado a inventarse una historia verosímil para ellos, pero inverosímil para los demás. Este discurso agresivo contra España y todos aquellos que presuntamente los atacan, típico a lo largo de la historia, lo resumió Jaume Vicens Vives al afirmar que “las alteraciones subversivas las atribuimos a la perversidad de elementos extraños, que desde dentro o fuera hacen cuanto pueden para combatirnos y destruirnos”.

Y Fernando Valls Taberner al tratar el nacionalismo catalán escribió que “en todos los lugares donde se contagian las ideas nacionalistas, suelen producir esta un desvarío exaltado, un furor imperante, una pasión revolucionaria, responsable a veces de crímenes execrables, de agitaciones convulsivas o de conflagraciones trágicas. El nacionalismo genera fácilmente, cadi diría fatalmente, en extremismo y violencia; es decir por sí estridentes y megalómano, tiende por naturaleza abultar diferenciaciones, a profundizar en antagonismo, a cultivar rencores entre las regiones integrantes de un mismo Estado”.

Esta es la realidad que se vive en Cataluña. Una realidad cíclica basada en el trauma que tienen al no querer ser personas normales, sumado al sentimiento de inferioridad que padecen desde que el mundo es mundo.

César Alcalá