El viernes noche estuvimos con mis amigos de CAFÉ en la biblioteca de la Fonda Europa. Después de tres horas que se pasaron en un santiamén hasta que llegó el camarero para decirnos que nos teníamos que ir.
A las doce pedí a los siete amigos de siempre un minuto de silencio porque a esa hora, hacía veintitrés años ETA había asesinado al concejal de Ermua, Miguel Ángel Blanco. Despertando a la sociedad vasca noble que parecía dormida tras cuarenta de terror. Aquel día los españoles decentes lloremos de rabia.
Aquel lejano julio de 1997 los asesinos empezaron a morir. Nada volvió a ser igual…
Este domingo se celebraron dos elecciones en dos comunidades históricas de España (no hay frase más estúpida que esa porque si el resto de las comunidades hubieran nacido ayer), en las que parece que está cantado el resultado, salvo sorpresas, ganará Feijó (PP) y Urkullo (PNV).
El presidente gallego me gusta mucho más que el vasco porque estos nacionalistas han recogido los frutos de los salvajes batasunos.
Prefiero a Núñez Feijó que a Pablo Casado al frente del PP nacional. Casado se quedará soltero cuando vuelva a disputar la Moncloa a Pedro Sánchez como ddoddddddos y dos son cuatro. La política y las matemáticas nunca han estado más cerca que ahora; mientras que el guapo del Gobierno de España juegue a competir su socio Pablo (sin) Iglesias…
Volviendo al País Vasco siempre me han dado grima la gente del PNV.
No de ahora sino de su fundación del nacionalismo vasco del patriarca Sabino Arana a finales del siglo XIX. Sabino era un racista de morro duro. Para ser militante tenías que tener ocho apellidos vasco, de eso la exitosa película, quien no los tuviera tenía que ser simpatizante…
Hay un vieja historia que pocos saben: el gran rey de la Corona de Aragón, Fernando el Católico con la reina Isabel, a finales del siglo XV juró bajo el roble del árbol de Guernica las tradiciones y la Ley vieja cuando ese territorio pertenecía a la vieja Castilla, el heredero de la corona catalano aragonesa…
Roberto Giménez