
¿Qué similitudes tienes el Brexit con el procés catalán? ¿Existe un punto de encuentro? ¿Le debe Cataluña algo a Dominic Cummings? Todo esto lo vamos a desarrollar en este artículo dedicado a analizar el comportamiento ciudadano inglés y al catalán.
A Cummings lo han nombrado como “el arquitecto del no-acuerdo”, “Svengali político”, “Rasputín”, o el “Maquiavelo del Brexit”. Es el artífice, desde 2016, de la campaña para que el Reino Unido abandonara la Unión Europea. Su estrategia de campaña puede resumirse en estos slogans: “Habla de inmigración”, “Habla de negocios”, “No hagas el referéndum final”, “Sigue mencionando la carta de los Derechos Fundamentales y el alcance excesivo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea”. ¿Les suenan estos slogans?
Su posicionamiento antieuropeo lo han llevado a tales extremos que ha conseguido montar un storytelling creíble. Cummings ha demostrado que se puede convencer a una serie de políticos para que defendieran sus ideas, las de Cummings. En 2017 argumentó que “para mí el peor de los casos para Europa es su retorno al proteccionismo y al extremismo al estilo de la década de 1930. Y para mí, el proyecto de la Unión Europea, el proyecto de la Eurozona está impulsando el crecimiento del extremismo. La razón más importante, realmente, de porqué quería salir de la Unión Europea, es que creo que drenará el veneno de muchos debates político (…) Una vez que haya control democrático de la política de inmigración, la inmigración volverá a ser un problema de segundo o tercer orden”. Y en 2016 afirmaba que “los extremistas están en aumento en Europa y desafortunadamente están siendo impulsados por el proyecto del Euro y por la centralización del poder de Bruselas”.
Los defensores del Brexit argumentaron que la Unión Europea había cambiado mucho en las últimas décadas y que tenía cada vez más control sobre la vida diaria de los británicos. Había recelo ante la burocracia de Bruselas, el control de la inmigración, la defensa de la soberanía nacional, el orgullo por un carácter británico insular y diferenciad del resto de Europa y los retos de la seguridad. Consideran que permanecer en la Unión Europea es un obstáculo para el desarrollo del Reino Unido, que pone en la caj común más de lo que reciben y que las regulaciones perjudican a las empresas británicas.
Aquí tenemos el punto de encuentro entre del Brexit y el Procés. Esta argumentación, sólo que le cambiemos algunas palabras y en vez de británicos pongamos catalanes, tenemos la base del movimiento que nos llevó al referéndum de 1 de octubre de 2017. Recordemos que el referéndum británico tuvo lugar en 2016, ganando la salida de la Unión Europea por un 51.9%. Y si los británicos, con estos argumentos habían conseguido su propósito, en Cataluña sería pan comido. El problema es que la legislación y la estructura territorial del Reino Unido en nada se parece al de Cataluña con respecto a España. Son dos mundos muy diferentes. Como ocurre aquí, una gran mayoría se creyó la mentira y hoy en día votarían en contra. Como ocurre aquí, muchos consideran que es uno de los mayores errores de la historia. Al final la realidad se impone y ni el Brexit ni el Procés es algo favorable para el futuro.
El problema de esta historia, con respecto a Cataluña, es que aquí no hay un Dominic Cummings. No existe un spin doctoring de esa categoría. Es más, el procés siempre ha copiado y nunca ha tenido una idea propia. Han intentado ser como Quebec, luego copiaron el Brexit, después se fijaron en otros países, para acabar con una rebelión estilo Hong Kong. Y es que viven en una realidad paralela para “conseguir” una cosa que es utópica desde el minuto uno.
Podemos decir que Cummings es el inspirador del procés. Los “sesudos” spin doctoring que lanzan los mensajes del procés son unos vulgares imitadores de Cummings. El procés nació muerto por culpa de unos personajillos que nunca han salido de su barrio, pero tienen aires de grandeza.