César Alcalá

Dinero. En cualquier campaña se necesita dinero. Ya sea a través de donaciones o gracias al dinero que uno puede recibir del estado. Siempre es imprescindible y más si se quiere conseguir un propósito determinado. Dicho de otra manera, para que el mensaje llegue a todo el mundo se debe invertir dinero, en caso contrario el mensaje no adquiere la significación que una deseaba.

Teniendo en cuenta que todo el entramado político y social vinculado a la independencia fue orquestado por el gobierno de la Generalitat de Cataluña, la financiación estaba organizada. El presupuesto se reorganizó para poder fomentar un sentimiento independista gracias a la manipulación y a la mentira emotiva.

Se debe reconocer que fueron inteligentes. No utilizaron la estructura gubernamental para llevar a cabo sus posverdades. Así se libraron de cualquier tipo de inspección del estado por malversación de fondos públicos. Las subvenciones las vincularon directa e indirectamente a 4 organizaciones perfectamente estructuradas. No en el sentido de organigrama empresarial. Bien estructuradas desde el punto de vista que sus miembros sabían perfectamente que estaban ahí para conseguir un fin: la independencia de Cataluña. Sobre esta base no importaban los cargos directivos si todos luchaban por un mismo fin. Así pues, se pusieron en marcha las siguientes instituciones: Asociación de Municipios de Cataluña; Asociación de Municipios por la Independencia; Asamblea Nacional de Cataluña y Ómnium Cultural. Las dos primeras estaban financiadas por los 947 municipios que integran Cataluña. Pocos fueron los que no pagaron anualmente el impuesto revolucionario que, por regla general, ascendía a 2.500€. Así pues, estas dos organizaciones sumaban anualmente un promedio de 500.000€. Este dinero salía de los presupuestos y de los impuestos de todos los vecinos de cada uno de los 947 municipios, creyeran o no en la independencia. Por eso lanzaron un nuevo mensaje: “los catalanes quieren la independencia”. Visto así era cierto, pero a ningún vecino le pidieron su opinión al respecto. Era el alcalde y los concejales de gobierno los que aprobaban estar ahí. Con lo cual, el dinero de muchos catalanes no independentistas sirvió para ayudar a transmitir el mensaje a favor de la independencia.

Las otras dos organizaciones -Ómnium y ANC, cuyos máximos dirigentes están en la cárcel y han sido juzgados- ingresaron dinero gracias a dos opciones. La primera a través de los socios. Esta fue otra campaña organizada y con un mensaje muy claro: “si eres buen catalán y quieres la independencia, hazte socio”. Y tienes a miles de personas pagando una cuota anual para ayudar a conseguir una utopía. Ambas organizaciones han protegido siempre sus cuentas. Son opacas. Dicho de otra manera, nunca las han hecho públicas y se les ha permitido. Sabemos que en 2016 Ómnium ingresó 4,48 millones de euros y ANC 1,69 millones de euros en cuotas. Posteriormente se ha sabido que ambas organizaciones, entre 2006 y 2016, recibieron de entes públicos subvenciones por valor de 10,2 millones de euros. Este dinero sirvió, en su momento, para la movilización social, para pagar sueldos, para pagar fianzas, entre otras cosas. A Ómnium fueron a parar, a parte de donaciones, donaciones y legados.

Una parte fundamental del dinero recibido fue destinada a sueldos. Hay muchas personas en Cataluña que viven de un sueldo vinculado con estas entidades. Personas cuyo único objetivo es hacer creer a la población que la independencia es posible. Aunque sepan que todo es una utopía, siguen creyendo en ella porque, de desaparecer la estructura en la cual están inmersos acabarían en el paro. Muchos de ellos no saben hacer otra cosa. Necesitan ese dinero para seguir viviendo. El proceso independentista en Cataluña ha creado un tipo de trabajador analfabeto, que no sirve para nada, y que quiere vivir eternamente de las subvenciones. Es su gallina de los huevos de oro. Si hoy se diera por finalizado el proceso independentista, las listas del paro aumentarían espectacularmente. Dicho de otra manera, hay mucho inútil que ha vivido muy bien gracias al proceso independentista.

Así pues, como hemos dicho, tenemos el mensaje y el dinero suficiente para llevar a cabo, con éxito, la posverdad. Sólo nos queda el último eslabón de la cadena. El fundamental. Sin él nada puede realizarse.

Activismo. Nos adentramos en un terreno también abonado con el dinero. Cuando hablamos de activismo político tenemos que diferenciar varios aspectos. Hay un núcleo muy reducido de ciudadanos convencidos. Aquellos que por una u otra circunstancia siempre han sido y han crecido confiando en que la independencia un día sería una realidad. Nadie los convencerá de lo contrario y tampoco necesitan ser convencidos. Por eso las campañas y los mensajes no van dirigidos a ellos. Es una pérdida de tiempo convencer a alguien que ya está convencido.

A los que tampoco hay que convencer es a lo que viven del proceso independentista. Esto es, todos aquellos que hemos nombrado antes. Cobran por creer. Mientras a final de mes se les ingrese la nomina serán unos convencidos de la causa. Cuando el dinero no entre en sus cuentas bancarias, renegarán de lo que antes defendieron. Como que había dinero, estos tampoco eran un problema.

La historia se reduce y se llega a la población. Hay miles de personas que deben ser modificadas mentalmente. Deben cambiar su manera de pensar. Debes creer que la independencia es lo mejor que les puede pasar. De ahí los mensajes explicados anteriormente. Ahora bien, ¿cómo hacerles llegar este mensaje?

Dos son los sistemas. El primero son las redes sociales. Por eso se organizó una red de twitteros que lanzaban diariamente consignas a favor de la independencia con miles de seguidores verdaderos o falsos. Personajes anónimos y no tan anónimos que se convirtieron en influencers. Evidentemente subvencionados por el gobierno catalán. Facebook, Twitter, Instagram… han sido las herramientas básicas. Los mensajes iban dirigidos a uso sectores muy concretos: aquella parte de la sociedad que vive pendiente de las redes sociales. Es un sector muy amplio y centralizado en la juventud. Votantes y futuros votantes que se movilizarían a favor de la independencia. Un hecho curioso, las mayores concentraciones se han producido cuando los universitarios y estudiantes no tenía clases. Otro hecho, a mediodía las concentraciones han finalizado siempre a las 14.30h y por las tardes a las 21.30h. Que casualmente es la hora de ir a comer y cenar. Estos jóvenes pueden hacer lo que quieran en horas lectivas, siempre y cuando respeten los horarios establecidos por sus padres.

Para aquella población desvinculada de las redes sociales se tenía que buscar un medio para convencerlos de la posverdad. Y es aquí donde encontramos loa medios de comunicación escritos y digitales, radios y Tv. Los canales pagados por el gobierno de la Generalitat -TV3, Catalunya Ràdio, y subcanales- hicieron un trabajo de adoctrinamiento milimetrado. Tergiversando la realidad y llevando a cabo lavados de cerebro. Quien veía TV3 y no se convertía en independentista es porque tenía algo patológico. TV3 y Catalunya Ràdio son los artífices de que en algún momento pudo haber 2 millones de independentistas. El mensaje llegó y quedo grabado a fuego en la mente de miles de catalanes.

Ahora bien, posiblemente no todos veían TV3 ni escuchaban Catalunya Ràdio. Existe un fenómeno de afinidad entre la ideología de los medios de comunicación y de la población que los sigue, exagerando solo un poco, sería similar al que se produce entre n aficionado al fútbol y el club del que es forofo. Y es que cuando la ideología se convierte en religión, la sociedad tiene un grave problema. Pues bien, para cerrar el círculo el gobierno de la Generalitat subvencionó toda una serie de medios de comunicación escritos y digitales próximos a sus ideales. El medio de comunicación siempre es afín a un posicionamiento político si cobra para serlo. Este axioma no falló en Cataluña. Así, Nació Digital tuvo subvenciones anuales por 224.000€; Ara de 192.000€, Vilaweb de 135.000€; El Punt/Avui de 80.000€. En el 2017, por ejemplo, las subvenciones de la Generalitat a los medios de comunicación ascendieron a 30,7 millones de euros. Un presupuesto muy elevado, pero necesario para hacer llegar el mensaje.

Conclusión. Así pues, se ha puesto de manifiesto que en Cataluña se aplicó, al pie de la letra, los principios del marketing político -mensaje, dinero, activismo- para crear una posverdad folklórica plagada de mentiras emotivas. El futuro pasa por volver a la realidad, por dura que sea. No existe un mundo perfecto y, de existir, no lo proporcionaran los actuales políticos catalanes. Personajes mediocres que han vivido de la independencia y en su defensa con el propósito de mantenerse en sus cargos y cobrar a final de mes. Y es que es la clave. El proceso independentista ha alimentado a demasiados inútiles que ahora es muy difícil recolocarlos. Por eso lo quieren mantener vivo.

El proceso independentista en Cataluña esta en vía muerta. Se debe buscar una solución para volver a la normalidad. Es una situación complicada, como la del Brexit, pero a pesar de lo que piensen los políticos, la ciudadanía es inteligente y se ha dado cuenta de la realidad. El futuro esta en manos de los ciudadanos. Siempre lo ha estado, aunque muchos nunca lo hallan querido ni ver ni entender. Un futuro social, político y económico no puede estructurarse sobre las bases de un folklorismo sentimental. Tampoco con fake new y posverdades. La realidad es mucho más sería que la orquestada por los políticos catalanes. Por eso su entramado argumental se ha convertido en una gran fake news que ya muy pocos están dispuestos a jugarse la piel por ella.