
Si un vallesano volviera Granollers desde que empezó la crisis en 2008, porque se hubiera ido al extranjero para buscar empleo, sólo reconocería de la capital del Vallès Oriental además de las piedras, la riera, la Fonda Europa, el alcalde Josep Mayoral (PSC), los nacionalistas (ahora indepes), en la oposición, el BM Granollers, los Jabones de la Colón y la Elena, y nada más…
El viernes iría a comprar a los tres Kioscos de titularidad municipal que quedan abiertos, entonces eran diez, Revista del Vallès. Las hermanas Marín de la plaza de la Corona se sonreirían y le preguntarían si era un marciano porque desde hace seis años el semanario comarcal decano del siglo BCN había muerto, porque sólo sale la prensa comarcal subvencionada por la Generalitat independentista…
Pasearía por el centro y no reconocería a ningún comercio salvo el heroico Barbany, porque ha resistido Amadeu como Daoíz y Velarde en el Cuartel de Artillería contra las embestidas francesas de los mamelucos egipcios inmortalizados por Goya, el 2 demayo 1808, en segundo centenario de la Guerra de la Independencia en la que una Granollers amurallada se levantó en armas contra el ejército invasor napoleónico…
Ni calzados Miralles queda en pie: hace dos años fue barrido de su casa pairal de la Porxada y ahora de la calle de la Esperanza que ha perdido toda esperanza…
No me remonto al 25 de abril de 1977 cuando pise por primera vez Granollers y descubrí admirado la Porxada medieval, la Casa Gran neo gótica, una carretera a la que hoy la gente de toda la vida llama al Paseo peatonal como ‘carretera’.
Lo estoy escribiendo y me doy cuanta que soy un viejo hijo adoptivo de Granollers que ya conozco a más muertos que a vivos…
Me doy cuenta que conozco mucho más y mejor a esta ciudad, su historia y sus gentes, que a la Lleida natal que dejé con diecisiete años el primer domingo de octubre de 1975 con Franco vivo para venir a estudiar mi sueño de ejercer periodismo, pero como era de familia humilde tuve que trabajar en el Banco Condal de la plaza Calvo Sotelo (Pau Casals) para costearme la Facultad.
Lo que más me impactó de Granollers fue el orgullo dels granollerins por su ciudad, algo que en Lleida no existía, y ahora sí.
Y la otra es que la gente de Granollers hablaba el catalán de forma distinta, con otro acento. No es que en Lleida se hable mal el catalán, sin que es el catalán occidental…