
De chico, mi personaje favorito era el burgalés el Cid Campeador: ‘Rodrigo Díaz era un guerrero castellano que tenía un caballo llamado Bavieca, una espada Tizona, luchó contra los moros, venció muchas batallas y conquisto Valencia’. Literal así nos lo explicaba la escolar Enciclopedia Álvarez.
El Mío Cid el primer romance castellano escrito en verso por un autor anónimo cuenta que en una batalla a los infieles después de muerto, los moros lo habían matado, horrorizados creyeron que era un fantasma, que había resucitado. Sus compañeros de armas le ataron la bridas, y los bereberes huyeron del reino Valencia, y los cristianos conquistaron la ciudad más rica de la vieja Hispania…
Cuento esta vieja historia de mil años porque, modestamente a nivel local, es una metáfora la crítica que los vecinos de la Ronda Sud me han hecho porque la última CARTA DEL DOMINGO ha resucitado a Mío Roberto que han lanzado contra Mío.
El trío de la autoridad local (el alcalde, Josep Mayoral; el regidor de Seguridad Ciudadana, Juanma Segovia y el jefe de la Policía Local, Lluis Colomer), se ha convertido en un póker con el fichaje de un actor secundario, el Mío. Lo cual me gusta por que me da un papel perdido en la actualidad local…
Los vecinos de la Ronda Sud me han puesto de chupa de dominé por las redes sociales criticando a un muerto que desde hace seis años y cuatro meses pasó a mejor vida. No todos pueden contar que un muerto sea tan criticado. El cultivo de mi leyenda negra pasará a los anales de la Historia local lo agradezco sin ironía…
Mi modesto triunfo doméstico no acarreará que nadie me insulte calificando ‘racista’ porque no hay moros en la costa porque en esta playa sur de Granollers todos son cristianos… Punto y a parte.
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El Cid Campeador de chico me inspiró, también gracias la película de Charles Heston y la voluptuosa Sofía Loren (doña Jimena) rodada en los años 60 en Peñiscola, y la secuela de ‘Las hijas de Cid’: María y Cristina. De niño mi nombre de mujer favorito era de Jimena, porque soñaba con el Cid, con María, como mi madre, y luego cuando vi West Side Story me enamoré de María la protagonista trágica historia de amor neyorquino de un portorriqueño.
María tenía unos ojos vivarachos de color de chispa de Coca-Cola.