Roberto Giménez

No exagero si les digo que ayer me desperté como un búho a las cinco de la madrugada, y no volví a conciliar al sueño. A esa inusual hora para un jubilado de sesenta y un años se me encendió la luz del despertador para alumbrar dos artículos, uno es éste.

Esta CARTA DEL DOMINGO, que hoy sale colgada en tres digitales comarcales, y la del miércoles en CRONICA GLOBAL, nacional, sobre dos noticias del viernes: el anuncio de presidente Pedro Sánchez de exhumar los huesos de Franco, y la convocatoria de elecciones para el 28 de abril.

No es casualidad que el anuncio se haya realizado ala vez para protegerse el flanco izquierdo porque PS sabe que PODEMOS le afearía que no hubiera hecho efectiva su propuesta más llamativa sobre el que se hace más populismo porque esto enciende por igual a favor y en contra, los ánimos de rojos y azules. Hoy los rojos también son morados; los azules, naranjas.

Ninguno de los dos artículos van a gustar a una ‘inmensa minoría’, que decía Juan Ramón Jiménez, pero mis lectores, viejos y nuevos, ya me conocen: tengo claras las ideas. No me muerdo la lengua. Desnudo lo que pienso. Hoy dejaré la ironía, y no utilizaré metáforas que tanto me gustan por el doble sentido…

Tengo mucha carretera en este oficio (treinta y cinco años, miles de Editoriales y cientos de Cartas del Director), y soy consciente que cuando diga lo que voy a decir: que no me gusta que exhumen el cadáver de Franco una mayoría me acusará de facha (nunca lo sido. Nunca es nunca. Mi amigos de la cuadrilla CAFÉ lo saben). Pero no puedo evitar decir lo que pienso…

No celebré su muerte con cava por que es una pertinaz mentira, que sólo se creen los que no habían nacido. El 20-N sólo brindó una exigua minoría de españoles, los que militaban en los partidos antifranquista, que eran cuatro gatos. Eso la gente de mi generación lo sabe bien…

En Catalunya, en 1975 vivía y trabajaba en BCN, el sentimiento que respiré ese lejano 20 de noviembre, en la calle y en las empresas, no fue de alegría  sino de temor. Recuerdo que en ese día otoñal en Barcelona llovía, y los mayores temían lo que el futuro deparará.

Recuerdo que muchos hijos de estelados en el que los padres, decenas de miles catalanes con ocho apellidos, lloraron esa mañana porque se había muerto el abuelo de España. Buena parte de la Catalunya no política era sociológicamente franquista que rápidamente se ilusionó con la democracia que iba a llegar…

Yo como era un joven de dieciocho años la muerte de Franco no me dio ni frío ni calor, y eso que ya entonces no era ajeno a la política (los jóvenes inquietos de mi generación éramos revolucionarios porque la política nos hervía la sangre, España no me gustaba, Además de las mujeres…).

 No era franquista ni antifranquista. Simplemente me dolía esa España en blanco y negro. Como tengo un talante positivo pensé que nacía la esperanza de un futuro mejor para superar esa España gris, nacional católica, recatada, con olor a sacristía quedaba atrás enterrada en Cuelgamuros. Que nuestra querida España, que cantaba Cecilia, se convertiría en faldicorta.

PD. El viernes por la tarde estaba cabreado porque sabía que hoy domingo muchos lectores pensarán que soy un facha por no alegrarme de que exhumen los huesos de Franco (pero no puedo evitar decir lo que pienso, no soy político), que no tengo tan claro que eso vaya a suceder…