César Alcalá

Parafraseando el poema de T. S. Eliot: “Frente a las aguas de Leman me senté y medité”. En ese momento me acordé de un poema de de Antonio Machado: “Castilla desprecia cuanto ignora”. Han pasado muchos años desde que Machado pensara en este verso. Y dejando de lado la sintaxis de la obra, hoy en día uno la podría transformar y reescribirla: “Cataluña desprecia cuanto ignora”. Y esta es la realidad que vivimos muchos cada día.

Ha llegado un momento en el que se desprecia todo y a todos por el simple hecho de no pensar como a uno le gustaría que pensaran. Dicho de otra manera, ya no sólo el independentismo desprecia a los constitucionalistas, han empezado a despreciarse entre ellos. El caso más claro se llama Carles Puigdemont. Es un personaje que desprecia hasta a su entorno. Ha roto con todo y con todos. Está rompiendo puentes y se queda solo, a pesar que los suyos quieran vender que cada dia son más poderosos y que la independencia está a la vuelta de la esquina.

Lo mismo pasa con los de ERC, aunque estos no son tan explícitos. De por sí los de este partido son sectarios con todo aquello que no huela a independencia. Van con una careta de dialogantes. Uno cree que, de avanzar o cambiar la situación socio-política se podría hablar con ellos porque son abiertos al diálogo. La verdad es que no es cierto. Desprecian por despreciar y no se mueven un ápice para conocer aquello que ignoran. Desde el primer día odian todo aquello que tiene que ver con España, y no se han propuesto conocer nada que tenga a ver con ella.

Y si fuera solo esto, teniendo en cuenta que siempre han sido una minoría -y lo siguen siendo- no importaría demasiado. El problema trasciende cuando este desprecio es entre ellos. Esto provoca que se concentren solo en ello y no les importe nada más. Y esta es la gran problemática que está viviendo Cataluña. Una lucha de poderes entre dos partidos. Dos estilos de política que siempre han estado enfrentados y que nunca ha habido feeling entre ellos. Es más ERC no puede ver a los de Puigdemont y estos consideran a ERC su principal enemigo.

Ambos están intentando sobrevivir a una catarsis. Esta está condicionada por la situación realista de las cosas. Nadie que se precie apoya el independentismo. Saben perfectamente que es una quimera. Ahora bien, han quemado demasiados cartuchos a favor de ella. Ahora es muy difícil dar marcha atrás. La mayoría están a la espera que, como si de un castillo de naipes se tratara, un golpe de aire haga caer este souflé que se ha convertido en perverso.

El problema actual de Cataluña no es la independencia. Es cierto que hay un run-run diario en ciertos medios de comunicación que insisten en ella. A estos medios les interesa porque viven de ella a través de las subvenciones. Si estas se acabaran, el tema se diluiría. El problema de fondo se divide en dos: ¿qué hacemos con Puigdemont? ¿cómo salimos de aquí con honor?

A muchos de ellos les importa más contestar la segunda que la primera. Aunque expliquen cosas diferentes, están a la espera del juicio. Las condenas son aquella bombona de oxígeno que están esperando. Se pedirá perdón, se dirá que todo fue un terrible error y se empezará a trabajar para volver a la normalidad.

Con respecto a Puigdemont, es un personaje amortizado. Lo dejaran en Waterloo a su suerte. El tiempo dirá lo que ocurre con él. A muy poco de todos aquellos que clamaban la independencia a su lado -ya sea aquí como el Bélgica- les importa muy poco qué será de Puigdemont dentro de cinco años.

El futuro pasa por revertir la frase de Machado. Hay demasiadas cosas que uno no puede ignorar y muchas más que no deben despreciar. En el momento que se den cuenta que la realidad pasa por esto, la situación se estabilizará y se volverá a normalidad vivida por muchos no hace tanto tiempo.