Si el discurso del 4 de septiembre de Torra estuvo oscurecido por la dimisión de Xavi Domènech, la Diada tuvo su dimisión en la persona de Carmen Montón. Y es que siempre hay una noticia más importante que un ya cansino independentismo. El tema se ha alargado tanto que empieza a no interesar a casi nadie y cualquier noticia es más importante que la manifestación de unos que no representan el todo.
Como en la tesis de Montón, las palabras antes, durante y después de Quim Torra están llenas de mentiras y plagios. El mantra más repetido es el de la autodeterminación. Cataluña no tiene derecho a la autoderminación, porque este no está reflejado en ninguna ley. No existe. Y si no existe, no puede haber derecho. De los países cercanos a España sólo la antigua URSS lo reflejó en su constitución. Ellos reconocían el derecho de autodeterminación de las distintas repúblicas que formaban la URSS. El resultado lo conocemos. Cuando desapareció la URSS estas repúblicas empezaron a caminar solas. Ahora bien, durante la URSS nadie movió un pelo para pedirla. ¿Por qué? Para los antiguos dirigentes de la URSS cualquier movimiento nacionalista era considerado una desviación burguesa, con lo cual tenía que exterminarse.
Y en el fondo la URSS tenía su razón. Si hacemos un poco de historia, los impulsores de estas necedades inexistentes siempre han sido miembros de la burguesía. Los dirigentes de raza de la extinguida CiU -en ella incluimos los dos partidos, tanto Convergència como Unió- formaban parte de la rancia burguesía catalana. Una burguesía que siempre estuvo al lado del poder. En su momento fueron monárquicos -recordemos que muchos de ellos se ennoblecieron gracias a Alfonso XIII- como luego fueron franquistas. Durante este periodo de aceptación de una dictadura la rancia nobleza catalana siguió enriqueciéndose. Porque lo único que les ha importado siempre es “fer calaix”.
Para limpiar la consciencia los hijos renegaron de su reciente pasado. Siguieron disfrutando del dinero ganado durante el franquismo, pero decidieron hacer borrón y cuenta nueva. Algunos se fueron a la extinguida Convergència. Otros siguieron en Unió, otros formaron parte del PSC, otros al PCE y los menos a ERC. Porque todos estos partidos se beneficiaron de la rancia burguesía catalana. Y no se extrañen con algunas siglas. En todas partes cuecen habas.
Por eso estos niños de papá -del papá pro monárquico, pro republicano y pro franquista- decidieron hacerle catalanistas y dieron un paso más ahí. Cuando uno quiere ser más papista que el Papa siempre da un paso adelante. Es lógico. Debe demostrar que es más. Por eso, estos niños burgueses decidieron hacerse independentistas y luchar contra un estado. Dicho de otra manera, se rebelaron contra sus padres. Es los próceres habían sido benévolos con el poder establecido y no había luchado, los hijos creyeron tener la misión de luchar contra el no sabían qué, pero su honor estaba en juego.
Evidentemente estamos hablando de personas que no han trabajado nunca. Viven del patrimonio familiar y se metieron en política para mantener ese status social. Juegan con la independencia porque saben que, si se consigue o no, seguirán formando parte de la rancia burguesía catalana. Nadie les tocará el patrimonio. Si en algún momento pensaran que estaba en peligro el patrimonio, dejarían de ser independentistas y enarbolarían la bandera de España. Una bandera que siguen teniendo guardada en casa, como la republicana. Porque todos ellos se mueven bajo una única premisa: “la pela es la pela”.
Siempre hay los advenedizos que se unen al club para ver lo que sacan. Mal vistos por los rancios burgueses, les sirven de carne de cañón y con el tiempo desaparecen. Seamos claros, a estos les importa muy poco que haya gente en la cárcel o fugados en el extranjero. No forman parte de su clan. Si hubiera uno de los suyos en la cárcel se explicarían y hablarían de otra forma. Seamos claros, con uno de los suyos en la cárcel todo este desenfreno independentista seria historia.
Así pues, toda esta vorágine independentista, en su origen estriba del aburrimiento de unos niños que se quisieron revelar contra sus padres y que con el dinero familiar, han decidido tergiversar la historia. Es un divertimento que ya les empieza a aburrir. El problema es que les ha ido de las manos y ahora no saben cómo romper el juguete.
César Alcalá