Sigo con el hilo de la madeja de la anterior ‘Carta del Domingo’ titulada ‘No es un problema político’ lo que en realidad es un problema de falta de cultura de la que está aquejada buena parte la clase política actual. que me llevó a sentir nostalgia por los viejos lideres de la Transición. Todos muertos salvo Felipe González, alias Isidoro de Sevilla: Adolfo Suarez, el táhur del Misisipi; Santiago Carrillo, el conde Drácula de Paracuellos del Jarama; o Manuel Fraga, el virrey de Galicia y bombín de Londres cuando Franco bajo a los infiernos de Cuelgamuros.

Todos, a su manera, amaban a España. No hace falta ser nacionalista para ello. Los ex franquistas lo eran. Los socialistas y los comunistas, no.

Esa falta de cultura hoy está encarnada por el atrevido Pedro Sánchez; en el advenedizo Casado, fraude de master de la Universidad Juan Carlos I; el escalador del Everest, Albert Rivera; el Pablo (sin) Iglesias, amamantado por el padre del FRAP; o el trepa Carles sin títulos, hijo de los pasteleros de Amer, en esta tradición española tan pícara.

Todos excelentes comerciales vendedores de libros sin leer.

La nostalgia falangista de la revolución pendiente sobra en una nación sobrecargada de gerifaltes trileros.

Los que ven algo nuevo en esta mala España de hoy es porque no conocen el pasado, o sufren de Alzheimer. No hay nada más atrevida que la ignorancia de los inteligentes que se niegan a jugar a los cubitos de colores del Trivial adolescente, porque sólo han conquistado el cubilete de Deportes.

Hoy llaman a España como el ‘Estado’ ominoso sin nombre, como si hubieran descubierto la sopa de ajos. Este Estado ‘sin nombre’ hace cincuenta años ya lo usaban los gudaris etarras, y su cobertura política legal de Batasuna. La experiencia es un grado.

España no sólo es la Administración General del Estado sino una realidad viva que tiene un símbolo en la bandera de oro y sangre, y la Marcha Real con letra del literato gaditano José María Pemán, escrita durante reinado del bisabuelo del rey Felipe VI, Alfonso XIII, hace noventa años.

La señera integradora que durante la Transición hizo superar la tricolor grabando en el oro el escudo de la II República del 14 de abril a la izquierda del oro, a la altura del corazón, como símbolo de la superación de las terribles dos Españas de Antonio Machado que la incultura general ha olvidado.

España es un sentir que sienten alegre y doliente sus gentes de izquierda y de derecha que encarnan la unidad de destino en el sol, la Zarzuela, la paella y la sangría de cava con cubitos de la piel de toro, la pell de brau, que escribiera el mejor poeta catalán, Salvador Espriu.

El secreto de España es su gente, no la Guardia civil ni los jueces.

Su fuerza es nuestra fuerza.

Si mil muertos no la han debilitado. ETA buscaba eso y (salvo el dolor, viudas y huérfanos), nos ha fortalecido. La sangre derramada no ha caído en balde. Los estelados no lo conseguirán porque la fuerza de España está en la mente y el corazón de una mayoría de españoles, también de catalanes, navarros y vascos.

País Vasco, Navarra y Catalunya en el siglo en el siglo XIX fueron zonas donde abundaban las partidas carlistas, y hoy se han convertido en territorios minados por el nacionalistas indepes.

Son la actualización 3.0 de los viejos carlistas y, como ellos, pasarán condenados por la corriente del río de la Historia de España…

Roberto Giménez