
Dentro del mundo independentista hay mal ambiente. No es nuevo. Este se inició cuando ERC dio el brazo a torcer, dejando sus siglas, y aceptó la candidatura de unidad Junts pel Si. El desencadénate fue que en las siguientes elecciones unos se presentaron con sus siglas y los otros adoptaron Junts per Catalunya. Pero no ha acabado aquí.
Que Junqueras esté en la cárcel y Puigdemont en el extranjero es una traición que ERC no les perdonará nunca. Se han dicho mil y una cosas, pero la huida no estaba pactada. Y prueba de ellos es la traición de Marta Rovira. Sacrificó a dos de las suyas -dos simples peones-, pero consiguieron que fuera a la cárcel un candidato a la Generalitat llamado Jordi Turull. Fue una pequeña venganza.
Que Quim Torra sea investido candidato y pase a ser presidente de la Generalitat no gusta a ERC. Saben muy bien que el “si” los sentencia. Quedaran muy tocados. ¿Por qué? A pesar de su ADN saben perfectamente que la independencia no es factible. No lo era y no lo será a corto y medio plazo. Por eso han vuelto sobre sus pisadas y han reculado su discurso. ERC sabe que la única forma de mantenerse en el candelero político es bajar la tensión y poder dialogar. Esto lo sabe muy bien Oriol Junqueras. Si no se quieren eternizar en la cárcel deben aceptar la convivencia si dejar sus ideales, pero adaptándose a la realidad.
El problema lo tienen que Puigdemont. Está convencido que no lo extraditaran. Siempre ha considerado que juega en una liga diferente. Que él, como máximo responsable de los designios de Cataluña, está por encima del bien y del mal. Por eso se ha radicalizado. No se juega la cárcel. Al menos eso cree. Es libre y, como tal, ha montado un status quo acorde a su mente enfermiza. Porque si bien Artur Mas organizó todo este sarao para distraer la corrupción de Convergència, la elección de su sucesor fue el punto de inflexión hacia la locura.
Puigdemont no tiene el apoyo de los suyos. Dicho de otra manera el PDeCat está dividido. Están divididos y enfadados ERC y a las CUP no les gusta ni Torra ni nadie. Lo único que les une es levantar el 155 de Cataluña. Un levantamiento transitorio, porque ya se aplicó y se puede volver a aplicar.
¿Y hacia dónde vamos? El pensamiento de Puigdemont a corto plazo -pues confía en elecciones en octubre- es crear un nuevo partido político. A Puigdemont le molesta ERC. Su principal interés tener sólo un partido a la izquierda llamado CUP. Todo lo demás lo quiere dominar él. Por eso tiene la intención de presentar: Partido Nacionalista Catalán.
Dicho de otra manera, quiere hacer el mismo movimiento que en el País Vasco, donde el único partido más a la izquierda es Bildu y en el centro izquierda y derecha PSE y PP. Este movimiento estratégico de Puigdemont le permitiría asentarse políticamente en Cataluña. Sería un salto mortal que no llevó a cabo Pujol por el respeto histórico que le tenía a ERC. Puigdemont no respeta a nadie y menos a un partido que considera enemigo suyo.
Así pues, la elección de Quim Torras es un himpas hacia unas elecciones autonómicas. Los fieles a Puigdemont trabajaran para propiciar la presentación de este partido e intentaran, por todos los medios, ser más independentistas que ERC para dañarlos y hacerlos perder fuerza política. Eso sí, esta es la teoría. Como sabemos, cuando algunas teorías se han puesto en la práctica han fracasado. Y seguro que esta vez volverá a suceder, pues el futuro de Puigdemont no pasa por la político, sino por los tribunales de justicia.
César Alcalá