César Alcalá

Todo hace pensar que estamos en la recta final. Que en breve -se presupone el sábado- sabremos el candidato a la presidencia de la Generalitat de Catalunya y la próxima semana será investido. Al menos es lo que vaticinan los mentideros políticos. El problema es saber quién será el nuevo president.

Descartados Artadi y Morral. Por supuesto Puigdemont y Sánchez, se abre el abanico de personas que pueden ser investidos. Llegados a este punto debemos reflexionar y pensar sobre el tema.

Cataluña necesita una persona dialogante y que quiera o desee entenderse con el gobierno central. Es lo que toca. ERC se ha dado cuenta -tarde- que no hay posibilidad de llevar hacia adelante el procés. Que la sociedad catalana es reacia. Les ha costado, pero se han dado cuenta no de su error, sino de la cabezonería y de la imposición que querían materializar. Esto no quiere decir que no lo vuelvan a intentar.

A día de hoy hay muchos puentes rotos. La ruptura se inició con Mas y Puigdemont continuó un proceso destructivo y poco favorable para Cataluña. Por eso, para salir de este embrollo se necesitaría una persona con unas características muy particulares. Y ahí está la dificultad. Como que ya no está, podemos poner el nombre de Santi Vila. Este es el perfil para que se entienda lo que tendría que ser el nuevo president de la Generalitat.

Pero parece ser que no será así. El perfil que está en mente de Puigdemont es el de una persona que le guste la confrontación. Que se considere ya independiente y viviendo en una república. Que no le haga caso a al Estado a priori, pero sin saltarse la ley. Que vaya en contra de todo y que mantenga Cataluña en jaque durante mucho tiempo. En resumen: un títere que haga lo que él le marque.

El pensamiento equivocado de Puigdemont es que han llegado muy lejos y no se puede dar un paso atrás. Que están a punto de someter España con la ayuda de Europa. Sólo complicándole la vida al Estado conseguirán sus objetivos. Por eso ha designado a Quim Torra. Personaje siniestro y peligroso. Un kamikaze de la política. Cuando lo conocí lo acababan de despedir de una empresa, acababa de fundar la editorial A contra vent y me citó en el Ateneu barcelonés. Allí se pasaba horas, según él, para buscar una oportunidad y vivir de la política.

Se construyó un futuro para vivir del procés. No me editó un libro del Barón de Maldà por ser un servidor demasiado español. Eso sí, del Ateneu fue al Museo del Borne, Òmnium Cultural, diputado y, ahora, presidente títere. ¡Qué poco se esperaba llegar tan arriba! Y es que su sectarismo -que lo lleva en su ADN- le ha servido para sobrevivir, pues personalmente era uno más, no destacaba mucho y se le notaba demasiado su vulgaridad.

Cuando se produzca la elección de Quim Torra viviremos momentos complicados. Torra nunca será president de la Generalitat. Se convertirá en una figura movida por un ser perverso que ahora vive en Berlín. Seguirá la prepotencia y el no entendimiento con España. Puigdemont y su acólito Torra seguirán buscando la confrontación con España. Porque uno debe mantener su estructura en el extranjero y el otro no sabe hacer otra cosa que vivir del cuento.

Puigdemont vive en su mundo virtual. Considera que Alemania no lo extraditará y que vivirá eternamente en el exilio. Al igual que no se esperaba lo ocurrido aquí, tampoco se espera que antes del verano esté en una cárcel española. En ese momento el halo de Quim Torra se desvanecerá, porque no tendrá quien le dicte qué hacer.

Cataluña está condenada a unas nuevas elecciones. No serán en junio, pero llegaran en otoño. Con la elección de Torra no ha cambiado nada, al contrario. Desde su elección se ha complicado un poco más la vida de todos los catalanes.

 

César Alcalá