
Ha pasado un Sant Jordi que ha marcado un punto de inflexión en la sociedad civil catalana. Un Sant Jordi que ha hecho historia. Por una parte estaban los stands de siempre -Òmnium, ANC y todos los derivados directos e indirectos del independentismo- y stands dedicados a la floreciente Tabarnia. Entre ellos cabe destacar el de la Asamblea Nacional de Tabarnia (ANT). En él se nombró a Xavier Gabriel ministro de hacienda. Una puesta en escena que acabó cortando la Diagonal y fotografiándose el gobierno de Tabarnia.
En el Palau Robert la ANC. A pocos metros la ANT. Dos imágenes de una fiesta que antaño estaba dedicada a la rosa y al libro. Dos concepciones de una Cataluña irreal. Porque ANC es un esperpento del independentismo y su espejo tabarniano es la ANT. Unos se cabrean, mientras los otros se lo pasan bien. Y es que este contraste se nota en las facciones de las personas que había detrás de los stands y de muchos que iban con el lacito en la mano. En una sociedad, cuando uno tiene que ir marcado para demostrar su posicionamiento, quiere decir que algo les funciona mal. Parodiando a Josep Pla -que nadie recordó su muerte- llevar lacito amarillo demuestra el sentimiento de inferioridad de una parte de la sociedad catalana, aquella encegada por el independentismo.
Decía anteriormente que la Diada de Sant Jordi ha hecho historia. ¿Por qué? Un movimiento divertido, peor muy serio, llamado Tabarnia se impuso. Mientras unos pocos se dedicaron a enlazar de amarillo el Palau Robert, a las pocas horas unos “patriotas tabarneses” lo limpiaron. Algunos tuvieron que enfrentarse a algunos que no se han dado cuenta que la revolución anunciada por Mas era una cortina de humo. Algunos no han vuelto a la realidad. Están flotando en el aire y no se espera en breve su aterrizaje.
La fundación de Tabarnia ha servido para que mucha gente anónima y desconocida se conozca. Hablen y se comuniquen. Antes de Tabarnia la gente tenía miedo de hablar o expresarse libremente. Ahora los “taberneses” se hacen cómplices y han roto el miedo. Se han dado cuenta que hablar claro es buen y no pasa nada. El problema es ese. Por decir la verdad no te ocurrirá nada. El problema es que el independentismo vendió todo lo contrario y la gente se lo creyó.
Tabarnia ha sido como ir al psiquiatra. Se necesitaba algo así para que la gente se desinhibiera. Tabarnia ha sido el flasmob de todos aquellos reprimidos. Y lo bueno de todo esto es que este flasmob ha dejado fuera de juego a aquellos seguidores del procés que no se han dado cuenta de la realidad. Se les han clonado todas las instituciones creadas por ellos, se ha llevado el humor a la calle, la gente tienes unos lideres llamados Boadella, Vives, Guash, Gabriel…, la gente vuelve a creer en sí misma, se están convenciendo que no ganaran y, para rematarlo, el flasmob los ha dejado fuera de juego.
El movimiento Tabarnia será estudiado dentro de unos años. Porque Tabarnia no es de nadie, sino de todos aquellos que la hacen posible. Cada día se hace más grande y tiene más poder, por eso sienta mal y no lo ven con buenos ojos todos aquellos que mintieron al bautizar lo ocurrido en la Rambla Catalunya como “revolta dels somriures”. Nunca han sabido sonreír.
Y este Sant Jordi ha permitido que muchos se sacaran la máscara. Es cierto que había muchos lacitos. Ahora bien, había más que se acercaban a los stands “constitucionalistas” y se sentían libres. Se sentían en casa, con personas como ellos, y esta sensación fue una carga de oxígeno. Sant Jordi 2018 ha sido un punto de inflexión hacia un futuro, que ya lo vivimos, y que muchos deseamos recuperarlo. Jaume Vives ha hecho más desde su balcón que Pujol durante treinta años.
César Alcalá