Sé que en lo político mis sentimientos (se puede llamar opiniones) son inversamente proporcionales a los que piensan lo contrario en lo de lo nacional porque no estamos hablando, aunque lo parezca de política, sino de sentimientos a carne viva. Por eso hemos entrado en una zona boscosa agosteña, después de un año sin llover, cuando unos pirómanos intentan hacer fuego a media noche. Sean del CDR o nazis. Son los dos extremos…
Cuando el jueves por la tarde supe que un juez de un Estado alemán (Land) había fallado dejar en libertad (con fianza) al fugado a Waterloo sabía que todos los forofos del hijo de Amer brindarían con cava, no Freixenet, en la misma copa que me sabría de aceite de ricino.
Hay quien le gusta la nata y a otros las guindillas más picantes. El anís o el coñac; para gustos lo colores. Cuando la política desciende a los sentimientos estamos en el borde del riesgo social.
En la misma resolución, el juez indica que en España no existen presos políticos porque es incompatible con un Estado de Derecho como el español, pero esta minucia pasó desapercibida en TV3 y para los dos millones de Raholas que han florecido y sueñan con la República catalana en donde los perros serán atados con longanizas…
Está claro que es la primera victoria legal de los indepes, pero que no se confundan porque por muchas soflamas que digan y dirán, en el concierto internacional están más solos que la una. Sí son muchos. Dos millones. Como decía Josep Pla la terquedad forma parte de la personalidad catalana, pero la otra mitad de catalanes tiene ese mismo gen ambiental.
El gen catalán no es como el vasco que tiene un fuerte componente Rh negativo, sino que el gen catalán es de mil leches; pese a que hace cien años los primeros separatistas decían que la sangre catalana era de origen ario, la de los castellanos era semítica (judía), y la de los andaluces, bereber (mora) por eso decían que abajo del Ebro la gente estaba menos evolucionada. Los valencianos y los baleares tenían la misma biología que nosotros no por la cultura sino por la sangre de los conquistadores.
Esto que cuento no es ninguna exageración era lo que defendían los prohombres primer separatismo. Es lo mismo que Jordi Pujol escribía en su primer libro, y Heribert Barrera toda la vida. Lo que pasa es que este discurso no entra en el parámetro de lo políticamente correcto.
No es la lengua ni la cultura sino el complejo de superioridad lo que mejor define el carácter separata que ahora tiene un punto de cinismo cuando en las manifestaciones aplauden también al que habla en castellano. Rufián es el paradigma del cinismo de la Revolución de las Sonrisas.
Roberto Giménez