El pasado domingo estuve en Sitges para pasar el día en casa de mi hija. Fue el último día de este veroño que tiene de los nervios a los que viven de la calefacción. En la comida salió el monotema político. Estábamos en la terraza jardín, con un ciprés de tres metros, disfrutando de este sol de noviembre que parecía del día de Sant Miquel.

La pareja de mi hija es un mocetón ruso alemán tan educado que parece recién salido de Oxford. Me dijo que no entendía el problema político que plantean los indepes, porque me dice que no se puede vivir mejor en BCN. De hecho la ha elegido para vivir. Le parece lo más parecido al paraíso. No sólo por la comida y el clima, sino por la libertad que se respira.

En Baviera tienen este problema. Buena parte de los alemanes ven a Munich con recelo, y los belgas en Flandes, y los italianos en Veneto y Lombardia, y los británicos en Escocia. En Alemania, Bélgica, Italia y Reino Unido todos estos Estados dictatoriales tienen un denominador común: los movimientos separatistas nacen en las regiones ricas. Por eso Europa está unida ante la decepción de los separatas de Baviera, de Flandes, del Veneto y Lombardia, y de Escocia.

La verdad es que hay que ser visionario para usar el discurso ya no mentiroso sino delirante del auto exiliado a Bruselas que esta semana se le ha calentado la boca y ha dicho que España es algo más que una dictadura. Es fascismo. Vamos, el reino de las camisas negras. Y este discurso está alimentado por el eco mediático de los medios públicos y subvencionados.

Él no lo entiende, pese a su mente inteligente y analítica. Yo tampoco, por mucho que escriba no podré llegar al arcano de su mente; pero como me preguntó para que le explicara de qué iba este mal rollo que empezó siendo una terquedad política pero que ya nos desgarra el corazón. Siendo periodista se lo conté de esta forma:

Mira, Dimitri: ¿Conoces al filósofo inglés Hobbes del siglo XVII Thomas Hobbes que escribió en Leviatán? Me dijo que no, porque no hablo inglés, pero como lo habla como si fuera su lengua materna (además de ruso, alemán y español). Al decirle ‘Leviatán’ pronunció el nombre de Hobbes como lo estudió en su escuela alemana.

Le expliqué que en su tratado de ciencia política el principio básico de un Estado, como el de las personas, es su supervivencia. La integridad territorial. Ya sean monarquías o repúblicas. Hace tres siglos aún no existían democracias.

Como a él le gusta el ajedrez le hice está metáfora: los indepes hicieron jaque al Estado, la aciaga tarde que proclamaron la República del 27-O, y la respuesta del Estado fue fulminante: hizo jaque mate a los que la habían declarado. Porque la fuerza y el poder del Estado, y la nación que unida está detrás, es infinitamente superior al de los indepes, que no llegan a la mitad del censo de los catalanes.

La respuesta de quienes tienen la obligación de hacer cumplir la Ley, los jueces, fue poner en la cárcel a quienes la habían vulnerado. No por querer la independencia. Nadie pone entre rejas a los batasunos (pese a que ETA mató a mil personas con ese mismo objetivo). Los jueces dictan sentencias de cárcel a quienes cometen un delito tan grave, escudándose en que son pacíficos, que  pone en riesgo la paz social. El desgarro social ya se ha producido. La Democracia no son grandes declaraciones sino cumplir la Ley que ha aprobado una mayoría. Me aburre tener que repetir tanta obviedad.

Roberto Giménez