
Que Cataluña está abocada a unas nuevas elecciones esto es sabido por todo el mundo. No creo que haya nadie, hoy en día, que piense de manera diferente. La legislatura está acabada si es que, en algún momento ha habido legislatura. Este es un tema complicado, pues desde hace mucho tiempo el Govern de la Generalitat ha estado más pendiente en movimiento independentistas que en llevar a término un proyecto de unidad y de futuro para Cataluña.
Algunos piden autodeterminación. Estos que hacen esta proclama desconocen que desde la legalización de la Generalitat y de Cataluña como Comunidad Autónoma ha existido el derecho a la autodeterminación interna. Este precepto ha permitido que se desarrollaran las competencias, que cada 4 años se eligiera un presidente, que hubiera autonomía en la decisiones tomas siempre y cuando estuvieran dentro de la ley. En definitiva, la autodeterminación interna permite que una Comunidad Autónoma funcione plenamente dentro de las competencias que le han sido transferidas.
Existe una incógnita que se despejara sobre la manera en la cual se convocaran elecciones. Y esta incógnita juega a favor del PDeCat. Porque ya no estamos hablando de procés e independencia. Estamos hablando de futuro. Hay un partido que todo esto no lo entiende: las CUP. Pero aquellos partidos democráticos -aunque ahora se hallan pasado algunos al lado oscuro- lo saben perfectamente. La situación es complicada. Sin un nuevo pacto se enfrentaran dos partidos: PDeCat y ERC. El segundo tiene las de ganar. Eso sí, todo va a depender de una serie de factores. Puigdemont no se va a presentar y se debe buscar a su sustituto. Este tiene un papel crucial durante este periodo preelectoral.
Dentro de toda esta confusión vivida hay dos soluciones. No tres, dos. Puigdemont está sentenciado diga lo que diga. Si dice que no proclamó el martes la independencia se lo comerán sus compañeros de viaje: ERC y CUP. Si dice que sí se lo comerá el paquidermo: Estado. Y si titubea que lo comerán los dos bandos. Por lo cual, la única solución al conflicto está en convocar elecciones, pero ¿cuándo?
Aquí está la incógnita. Por una parte no le interesa convocarlas a lo largo de plazo marcado por el Gobierno central. ¿Por qué? Su partido no está preparado para unas elecciones. Y él quiere salir de la presidencia de la Generalitat con cierta gloria. Es triste, pero es así. Se debe forzar una estrategia para seguir adelante sin hacerlo.
A Puigdemont, a estas horas, le importa muy poco lo que diga ANC, Ómnium y CUP. Primero quiere salvarse él y luego a su partido. Va por libre, pero no tanto. Por eso tiene a Artur Mas detrás. Éste tiene la responsabilidad del presente y futuro de una organización política que ha sido clave en la historia de Cataluña. Mas no quiere acabar como la Lliga de Cambó. Al contrario. Y tampoco como Unió. Tiene demasiadas bocas que alimentar.
La solución radica en quedar en una tercera línea. Todos los medios de comunicación afirman o han afirmado que si se establece el 155 es culpa de Puigdemont. Alguien se ha preguntado si no es lo que quiere. El Gobierno central le saca las castañas del fuego. Él se saca la presión de los que le rodena, argumenta que no había otra solución, queda teóricamente bien y sólo unos pocos lo condenaran por traición. Con el tiempo dejará de ser un personaje funesto.
Con la aplicación del 155 su partido tiene tiempo para reestructurarse y presentarse a unas elecciones de igual a igual con ERC, cosa que ahora no puede. También puede ser que la deriva haya decaído y con un discurso más moderado y encaminado hacia el consenso con España, pero sin perder la identidad catalana, pueda ser comprado por los votantes hartos de tantos años de incertidumbre, desgobierno, mentiras, traiciones y elucubraciones mentales.
En resumen, estamos abocados a elecciones y la incógnita estriba en saber quién las convocará. A día de hoy creo que las mentes pensantes de la antigua Convergència lo tienen claro, por eso están apretando ERC, ANC y CUP para que levante la suspensión. En el fonda saben que el tiempo corre en contra suya y a favor del PDeCat. Si estos saben jugar bien sus cartas puede haber sorpresas en unas elecciones autonómicas que marcaran el futuro de Cataluña.
César Alcalá