Siento decir que el relato indepe se propaga sin control como si el bosque prendiera con una facilidad pasmosa, y la culpa no es del presidente del gobierno, sino de los golpistas estelados que tienen la fe del carbonero que les llevará de victoria en victoria hasta la derrota final.

Sí, serán derrotados porque no tienen fuerza suficiente para vencer a un Estado mucho más potente que lo que aparenta. Porque no es la opinión de un gobierno ni de los partidos constitucionalistas. Sino la voluntad soberana de un pueblo que no permitirá el sueño separata de romper un Estado que desde el siglo XV se mantiene unido con cambios de monarquías y de repúblicas. Los primeros dos siglos confederal, con los Borbones centralista, y desde hace cuarenta años como Estado de las Autonomías cuasi federal.

Hace dos Domingos hacía la metáfora de la película de Thelma y Louis en la que las dos protagonistas se acaban despeñando en su coche por un acantilado, pero no es un coche en el que viajan dos personas solas, ojala fuera eso, sino que detrás vamos todos los catalanes, separatas y no, cayendo en un mar embravecido de este septiembre negro.

El relato indepe es efectivo porque convence hasta los que no lo son; pero, eso sí, pasan olímpicamente de la política. Oyen palabras que suenen divinamente VOLEM VOTAR, DEMOCRACIA (en mayúscula), DERECHO A DECIDIR… Simples pero efectivas que convencen hasta a despistados que defienden un Referéndum, que no se puede convocar, en el que votarían NO aunque sólo fuera por los vínculos afectivos que tienen con familiares y amigos del resto de España.

Los separatistas llevan diez años diciendo que la fábrica de Rajoy produce cada día cientos de independentistas. No digo que no, pero más que Rajoy son las corrupciones de su partido, lo que genera esta producción. Pero no es menos cierto que la fábrica de la banda de Puigdemont multiplica la producción de personas cabreadas con los catalanes. Menos mal que las matriculas no distinguen a Madrid de BCN. Si lo hicieran la Michelin necesitaría cuatro turnos para fabricar neumáticos.

El discurso que vence en las redes sociales es el radical de la Cup porque los socialdemócratas de Kerensky están siendo rebasados por el discurso revolucionario de ellas. La dialéctica de las Anna Gabriel, con ese peinado de corte de hacha Batasuna, es la que gana. El mal se propaga más fácilmente que el bien. El grito es más fuerte que la palabra.

Los Iluminados que dicen que el 21-S no empezó el otoño sino la primavera (¡Ala no quiera que se repita la primavera árabe), han sido abducidos por un discurso prerrevolucionario que da vértigo…

Roberto Giménez