Me equivoqué. El último noviembre escribí un artículo en CRONICA GLOBAL-EL ESPAÑOL titulado ‘Esperando a Godot’ que es una obra de teatro del absurdo de Samuel Beckett, de mediados del siglo XX, en el que en un paisaje desolador los dos protagonistas discuten y discuten esperando la llegada de Godot que cuando baja el telón no ha llegado ni se le espera.
—¿Qué, nos vamos?
—Vamos— y se quedan inmóviles.
En noviembre dije que cada año repetiría el artículo en una noria interminable. Hablo del Procés a la Independencia.
Estoy seguro que mis hijos no lo verán, que no lo vea yo es una simple anécdota. Pero en este último año de desgracia algo ha cambiado en esta tierra sagrada que canta el Vilorai en la cima del Bruc.
Quiero creer que este cambio se ha producido por los tambores de la presión de los Antisistema que tienen cogidos con los mazos del tambor que asustó a los gabachos amenazando golpear los güevos de la Santa Compaña de JpS.
Y que por cojones el gordo de Junqueras y el flaco de Puigdemont dicen sin parar beeeee como carneros llevados a degüello al matadero del Tribunal Supremo empellados por las montaraces chicas de la banda de la Cup para que nadie les pueda acusar de botiflers.
Esta es la hoja de servicios de la antigua Convergència: llevan cinco años rompiendo la cristalería de Limoges de la política y social de este país de irregular triángulo en donde se baila, cada vez menos, la Santa Espina.
No es que Puigdemont sea masoquista y tenga interés en ir un jueves laico a prisión, pero parece abocado a ser un mártir de una causa perdida. Está dispuesto a sacrificarse por su lucha de adolescente porque sus fases de vida política: nacimiento (ingreso en CDC), infancia (JNC), y adolescencia y adolescencia y adolescencia; e inhabilitación, o incluso una breve estancia en Soto del Real. Prisión Vip de esta época de frenética corrupción económica y política.
Estoy seguro que el que le ha inspirado, el inhabilitado Artur Mas, respira tranquilo por tener un sustituto, y no tener que ir en este vía crucis de ascenso al Gólgota de la prisión madrileña, y que en cambio junto con el buen ladrón (su leal escudero Quico Homs), espera que el andrógino San Gabriel, el gran ángel Anunciador, les lleve a la Ítaca prometida.
Que me perdone el abad de Montserrat por esta metáfora de la escuela del diablo Cupaire…
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Segunda confesión de equivocación: está vez no fue en noviembre de 2016 (Esperando a Godot), sino el pasado miércoles en mi escrito de CRONICA GLOBAL en el que quería decir que el sofista era una persona que interpretaba la realidad a su conveniencia, pero mintiendo…
Yo dije que mintiendo o diciendo verdad. Sobra la verdad. El sofista siempre miente. Error por fiarme de la memoria.
Corolario: la Santa Compaña de Junts per Sí son los auténticos sofista…
Roberto Giménez