Con esta Carta del Domingo, que excepcionalmente sale el lunes en el altar del editor de cerrado por vacaciones, cierro la trilogía de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, con dos historias desconocidas que a los antiguos lectores del Vallés, y a los que no también, les sorprenderá, como a mi cuando lo supe, muchos años después, y que no publiqué. Ocurrió en Granollers en ese año Olímpico en el que los servicios de inteligencia de Felipe González, el CESID, heredado de Adolfo Suárez, trabajaron con suma eficacia.
En 1990 gracias a la monumental pitada al rey, en la inauguración oficial del Estadi Olimpic de Montjuïc, organizada por los cachorros de Convergencia, la orden del presidente del gobierno, a través del ministro de Interior, José Luis Barrionuevo, fue que el CESID (hoy CNI) tenía dos prioridades: continuar con la lucha contra ETA, y la bochornosa experiencia de la pitada en el Estadi era un acicate para que no volviera a repetirse.
El juez encargado por la Audiencia Nacional fue un personaje conocido, ahora apartado de la magistratura, Baltasar Garzón que dio la orden de investigar el nido del cuco separata de Granollers: la Llibreria La Gralla.
Un día la Policía Nacional registró la trastienda de La Gralla y descubrió lo que sospechaba: era el conciliábulo separata de Granollers (lo explico con detalle en MIS ENEMIGOS ÍNTIMOS. El último libro de mis Memorias de Director). Nadie se enteró. La policía no quería que se supiera porque la política era el silencio informativo. Ni a La Gralla le interesaba que su clientela se enterara. Dos silencios por motivos distintos. Uno político, el otro negocio…
Se supo muchos años después en el desliz de una entrevista a una de las socias de la Llibreria, Rosa Viñallonga, en un diario de BCN en el que, haciendo la historia de La Gralla, habló de la persecución en los heroicos tiempos de los grises. Pero metió la pata hasta el corvejón: cuando Felipe González ya no eran grises sino maderos.
La Viñallonga como los años son el olvido confundió la policía de Franco a la de González. Fue un lapsus que delató la rebotica de La Gralla.
La otra historia fue el cuidado que se puso para evitar que los voluntarios indepes pudieran hacer su propaganda. El Comité organizador envió a Madrid la lista de voluntarios en todas las subsedes olímpicas. Los voluntarios que estaban controlados como indepes no fueron rechazados pero se les asignó tareas lejos de las cámaras de televisión.
Los servicios de inteligencia más efectivos son los silenciosos.
Por eso durante tantos años la sensación visible del gusano de cien patas era que estaba en el mismo sitio: aparentemente, las cincuenta patas de la diestra iban para atrás y las de la siniestra para adelante. Es el cuento de la cucaracha y el gusano. Igual que desde setiembre de 2012, pero antes la quietud estaba en la sombra, y en estos cinco años la Generalitat le ha puesto el foco.
La memoria es corta porque parece que fue el siglo pasado cuando los dos primeros años del Molt Honorable (2010/2012) gobernaba con Alicia Sánchez Camacho.
En política, cuando no interesa recordar se llama al doctor Alzheimer para que nos visite.
Roberto Giménez