Hace tres años lo escribí en el diario que colaboraba, ECONOMIA DIGITAL aún no escribía ‘La Carta del Domingo’ en Revista Digital del Vallés, Revista de Catalunya Central y Revista Digital del Maresme.
Detesto repetirme y no me da pereza contarlo de otra manera, ahora que Josep Guadiana ha emergido como embajador exterior de los indepes que ha pedido urbi et urbe que el mundo sepa que España es un Estado autoritario, una secuela almibarada del franquismo.
Guardiola miente pero es de la escuela del Govern: el objetivo justifica los medios. Si hay que mentir, se miente por ese bien superior de la Independencia. Los catalanes no somos libres. Estamos bajo la bota de España que no nos deja votar.
Pep vive en Inglaterra, en Manchester, me imagino que un hombre de su cultura y buena dicción habrá oído hablar del hispanista británico John Elliot. El historiador dijo sobre su maestro, Jaume Vicens Vives, que la mejor lección que le había dado el historiador gironí es que en la vida, como en la Historia, hay que cuestionarlo todo. Las verdades absolutas no existen, y menos en política. Lo que existen son percepciones distintas de una misma realidad.
La actitud dialéctica más revolucionaria que hay es romper el tópico, los estereotipos, porque no existe una persona que tenga una sola cara. No la he conocido, y ya tengo una edad. Lo mejor que un paciente al que se le ha diagnosticado una grave enfermedad es que acuda a otro especialista para que se la confirme o no.
Esta reflexión la he hecho para desembocar en Josep Guardiola, porque veo un paralelismo con el ex Honorable Pujol. Guardiola, como el ex antes de su confesión de la supuesta herencia recibida, que su hermana desconocía, tenía una imagen impoluta, incluso con más virtudes que el President porque además es bien plantado, tiene una dicción fácil de persona inteligente, simpático, amable y educado. Vamos, el yerno perfecto que toda madre quisiera tener. Su equipo de futbol jugaba de ensueño y frente a la bestia portuguesa de Mouriño, él era la Bella.
Y de repente un día se resquebrajó como el cuento de Cenicienta.
Un día tuvo su propio 25 de julio. En la primavera de hace tres años cuando murió el que había sido su amigo Tito Vilanova. Murió de cáncer, a una edad (45 años) en la que tendría que estar prohibido morir, en un Hospital de Nueva York sin que Josep Guardiola, que vivía a dos manzanas, tuviera tiempo para ir a visitarle (un enfermo, aunque no lo pida, necesita que sus amigos lo vayan a ver). Guardiola muy ocupado en aprender alemán, no tuvo tiempo para perder una tarde con su amigo Tito…
Ese día, cuando se supo su no visita, fue como el 25 de julio de la confesión de Jordi Pujol: se cayó la venda de los ojos a quienes lo tenían en el cabezal de su cama. Decía bien Vicens Vives: hay que cuestionarlo todo. No es oro todo lo que reluce.
PD: No se equivocan: si hoy refresco esta historia es porque, como dije antes, Pep Guardiola el pasado domingo fue la figura estelar en el acto indepe de Montjuic cuando dijo lo que dijo. No discuto las virtudes profesionales del entrenador, porque los culés le echan en falta.
Dudo que sea buena persona. Lo suyo es una impostura de libro: la buena educación es la mejor escuela de los hipócritas.
Roberto Giménez