En estos cinco años del Procés se han operado cambios en la mentalidad del votante nacionalista que haría las delicias de Solomon Asch, un polaco nacionalizado estadounidense del siglo XX.

Solomon es un famoso psicólogo social que desarrolló una teoría, el experimento de Asch, que se enseña en las clases de pedagogía y que viene a confirmar el cambio de pensamiento sociológico del votante  convergente que se ha vuelto indepe, y que nunca lo había sido.

Ha comprado el argumento que España no se puede reformar y por lo tanto aire; que hay que volar de la jaula para recuperar la Libertad perdida hace 303 años; que como dice Rahola ‘la política económica española es la expoliación de Catalunya’. Lo dijo en frase lapidaria como si hubiera esculpido el David de Miguel Ángel.

No creo en las lecturas simples de quienes dicen que la legión de nuevos indepes lo hacen para cubrir, con el manto de estelada, el nido de corrupción del caso Palau, Ferrovial, 3%, Pretoria, Prenafeta o la saga de los Pujol, por una razón fácil de explicar y entender: en el sancta sanctórum de este trapicheo los votantes convergentes han ido con el cilicio incrustado en la cintura. Como soy bien pensado, incluyo la portavoz Marta Pascal, que nada tiene que ver con Blais el genio francés que creó la teoría de la probabilidad que en el caso de Catalunya Raimon Obiols dice que es ‘inviable’, pero que [yo] estimo que se acerca al 1%, siendo generoso, si se diera una coyuntura astral.

Dejó al matemático y vuelvo a la Pascal que con cara contrita expía las culpas de la antigua convergencia metamorfoseada en PECAT (con una ‘D’ de ‘Algo huele a podrido en Dinamarca). Marta hace flaco favor a Convergència y, también, a su imagen de Ursulina de Vic al decir que el PECAT sin ‘d’ nada tiene que ver con Convergència cuando repite presidente (el inhabilitado Astut el ex President elegido por el ex Molt Honorable), y su cohorte.

Estoy seguro que a Jordi Pujol le han sobrado unos años de vida.

En septiembre de 2011 en una agria entrevista personal, titulada A solas amb Pujol, en el Hotel Ciutat de Granollers, me decía de manera enérgica, señalándome irritado con el dedo índice, por la pregunta que le acababa de hacer: no sóc independentista…

La gent convergent iba con el cirio en la mano y ha quedado patidifusa al ver que pocas clases de ética pueden dar al partido de Rajoy. Las raíces del árbol del árbol convergente estaban tan podridas como acusaban sus socios necesarios de la CUP, porque la corruptela siempre es una cosa blindada y opaca. Ellos se han enterado como todos…

Entiendo perfectamente la incomodidad de Convergència en necesitar los Antisistema de la banda de la Gabriel. Una cosa igual nunca se había visto en la bóveda estelada del firmamento.

No me ido del argumento del psicólogo social Solomon Asch en el que demostró científicamente que el ambiente social que rodea a una persona le hace cambiar de opinión, y aceptar la voluntad de la mayoría confirmando el viejo proverbio de ‘¿dónde va Vicente? ¡donde va la gente!’ Por eso tantos nacionalistas que nunca habían sido separatistas ante el discurso de sus lideres acaban aceptando lo que siempre habían negado. Incluyo en este universo separata a las personas que hace cuarenta y un años lloraron la muerte de Franco…

El polaco al que se le han muerto las larvas porque ya es un esqueleto hubiera sonreído satisfecho al ver a este otro moribundo político.

El cenizo de Obiols dice que la Independencia es inviable. Vamos, que está muerta. No soy tan taxativo porque tampoco creía en la desgracia de Trump. Claro que el narciso hijo de madre inmigrante tenía más probabilidades que ese 1% de probabilidades.

Claro que siempre puede darse la desgracia que del cielo nos caiga una estelada, y nos haga ver las estrellas…

Roberto Giménez