Lucia Rodríguez

Cuando nos comprometemos de verdad con algo aflora la felicidad. Comprometernos con una causa, un trabajo, un estudio, una persona….

Cuando nos volcamos literalmente en cuerpo y alma y nos motivamos hasta el punto de experimentar un sentimiento de unión con esta causa, situación, persona… podemos sentirnos muy felices.

Nos olvidamos del mundo pero al mismo tiempo lo tenemos más presente que nunca. Nos centramos totalmente en aquello en lo que nos hemos comprometido. Ponemos El Corazón. Nos sentimos útiles, únicos y felices.

Es lo que podríamos denominar “personas sólidas” en contraposición a “sociedad líquida” que apuntaba el filósofo Sigmund Bauman ? La solidez del que decide profundizar en algo (reitero: ya sea un trabajo, una causa, las personas, una persona especial…) está ya muy encaminado hacia la serenidad y la felicidad. Hay el caso de un amigo, Luis. Luis vivió una relación de pareja durante dos años muy bonita, sin muchos obstáculos, disfrutaban mucho de la compañía uno del otro y formaron un gran vínculo. Al cabo de dos años, Esmeralda, su pareja, enfermó. No era una enfermedad letal, pero sí preocupante. Sufría un trastorno de ansiedad-depresivo muy grave. La medicina no podía resolver el problema a corto plazo y además los síntomas se complicaron y cronificaron. Luis, disfrutaba muchos de sus hobbies y de su vida familiar, pero al suceder este cambio, no sólo se adaptó muy bien sino que se mantuvo aportando lo mejor de sí mismo a su pareja: su tiempo, su amabilidad, su alegría y su esperanza de que todo saldría bien. Transcurrió un año entero, y la situación había mejorado. Luis estaba más animado, pero no había modificado su forma de relacionarse con ella. Iba unido a la situación, estaba comprometido. En todas las fases (empeoramiento, mejora, etc) él respondió con su presencia tranquilizadora y jamás pagó su frustración con Esmeralda, al contrario, le expresó esperanza, amabilidad y aportó soluciones.

Comprometerse con la situación no significa fusionarse con la negatividad y perderse, sino que comporta –muy importante- no perder la alegría y vivir el proceso, ofreciendo a cada momento una respuesta racional pero fluida y tranquila (esto lo confiere la motivación).

LA MOTIVACIÓN ES LA CLAVE. Se trata de entregar nuestra motivación al servicio de nuestros valores (humanidad, amor, amistad…etc). Si esto lo convertimos en una forma de vida, nuestra vida será feliz. Siempre todo lo que hagamos estará bañado en estos valores.

Lejos de ser una carga, trabajar o cuidar (comprometernos) con las cosas es lo mejor que nos puede pasar. Es un reencuentro con nosotros mismos. Y las demás personas son felices a nuestro lado y confían en nosotros.

¿Qué puede bloquearnos? ¿qué obstáculos hay para comprometernos?

Si nos centramos únicamente en los resultados y no comprendemos que el éxito es fruto del proceso y nos centramos en el proceso (aunque trabajemos para el resultado final y esto nos sirva de motivación) –algo así como subir una montaña, si la subes con ansiedad por llegar a la cima pierde toda su magia, en cambio cuando te centras disfrutar del camino “olvidando la cima pero reconociendo que te diriges a ella” te sientes feliz.

Otro peligro es desfallecer cuando surgen adversidades y problemas. En la vida aparecerán irremediablemente algunas contrariedades. La clave está entonces en no desanimarse. Si realmente disfrutamos con lo que estamos haciendo, o de la compañía de tal persona, debemos reconstruirnos cuando aparezca la cara no tan amable de la realidad. Si conseguimos mantenernos incluso desarrollaremos capacidades emocionales que fortalecerán nuestro carácter (resiliencia, firmeza, seguridad, confianza…).

La ansiedad, las preocupaciones, la negatividad y el egoísmo son grandes adversarios para esto. Así pues, debemos procurar cuidar nuestra mente y relajarnos. Practicar algún tipo de meditación puede ayudarnos mucho. Asistir a psicoterapia puede resolver otro tanto.

 

Lucía Rodríguez

Psicóloga

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