He dudado en si escribir este artículo para hoy Domingo o esperar a ver que sucede en Vistalegre II y ver que sale del conclave Podemita: si Julio César o Pompeyo es investido en Emperador. Aventuro que será Julio con coletas y sin Errejón.

La banda de los círculos saldrá morada no por el color institucional republicano sino por las hostias que Iglesias le endiñé al hombre que le quiso robar el protagonismo con esa maniobra de escaparate de aparecer los dos juntos como si fuera un tándem feliz, que ha puesto de los nervios a Pablo Picapiedra.

La función de Teatro previa se estudiará en las artes escénicas de la dialéctica política porque los dos, pese a su juventud, son consumados maestros de la esgrima. Avezados en la escuela comunista porque sangran sin perder la sonrisa, ya que saben que hay guardar las formas y el disimulo en este combate a muerte.

Entiendo que la gente no avezada en las luchas internas de los partidos políticos les sorprenda porque no entienden que haya un enfrentamiento tan salvaje con esa careta de sonrisas que ambos esgrimen delante de los focos de televisión. En política nada es lo que parece, porque el enemigo no está fuera de casa sino adentro.

Es una tradición secular de la izquierda: hace cien años los comunistas contra los anarquistas. Cuando el anarquismo perdió fuelle, los comunistas no sólo se enfrentaron con el partido de Pablo Iglesias, el fundador del PSOE, sino entre los propios comunistas: estalinistas contra trotskistas.

Existe un viejo dicho marxista que viene a decir que si juntas a tres comunistas montaran cuatro partidos buscando la pureza ideológica porque ‘el cielo se consigue por asalto’ que dijo en Vistalegre I Pablo Iglesias; un hombre programado desde la cuna para ser lo que es. Sólo así se entiende el nombre que le pusieron sin pila bautismal…

Desde el primer día me han recordado estos dos politólogos, que tienen una dialéctica brillante y acerada, a Lenin y a Trotsky.

El escritor cubano Leonardo Padura ha escrito una magnífica novela histórica titulada “El hombre que amaba a los perros’, relatando los años del exilio de Trotsky y la trama urdida por Stalin, desde Moscú, para acabar con su enemigo íntimo a través del brazo ejecutor de Ramón Mercader, militante del PSUC barcelonés…

Como se sabe, esa guerra fraticida secreta y encubierta la ganó Joseph Stalin el dictador comunista más brutal y sanguinario del PC de la patria soviética, y así como Pablo piensa como Lenin con veinte años más y sin coleta, Iñigo habla con la clarividencia de Trotsky.

La amenaza que veo es que en 1923, tras la muerte de Lenin, fue Stalin quien asumió la secretaria general del partido bolchevique, y ese hombre taimado y oscuro llenó de complejos que como una sombra le acompañó hasta su muerte, lo veo reflejado en el espejo Juan Carlos Monedero, politólogo y gato viejo; el hombre financiado por la Venezuela de Hugo Chávez para internacionalizar la revolución como si fuera la neo III Internacional.

El padre de la Santa Compaña, Carlos Marx, decía que la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa. Espero que Marx se vuelva a equivocar y que tras la refriega de Vistalegre II no irrumpa en escena la torva figura de Juan Carlos Monedero. Es lo peor que podría pasarnos en  Vistalegre que es un nombre de farsa…

 

Roberto Giménez