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Los socialistas de corazón no les cabe la camisa en el cuerpo en una hora deprimente. No estaban entrenados. Nunca lo habían vivido. Hace 80 años sus abuelos en la guerra sí que vivieron algo parecido en sus pugnas cainitas con los comunistas. Hago abstracción de esa página.

Los viejos comunistas son los actuales Podemitas. No la mayoría de sus votantes que han recalado en sus playas como el naufrago de la depresión de 2008 que ha visto una isla virtual con grandes palmeras, cocoteros y el agua que mana copiosamente. El espejismo es un efecto óptico de los desesperados.

Para votar a Pablo Iglesias y sus confluencias, también los Cupaires, hay que ser comunistas maquillados por un forense, decepcionados de todo tipo (conozco hasta franquistas), o devotos de las Crónicas de Narnia.

Mi forma de ver la vida y la Historia es orteguiana en el fondo y en la forma. Hablar claro es la gentileza formal del filósofo, decía Ortega y Gasset; y sobre el fondo que lo más importante que existe para las personas, y también para los pueblos, no son las ideas, que son cambiantes, sino las creencias.

Así como hoy en Cataluña los que votan indepe lo hacen porque tienen la creencia que con la independencia los catalanes viviremos mejor; más de cinco millones de españoles tienen la creencia de que el PP y el PSOE son el mismo perro con distinto collar. Estas dos creencias son falsas, pero las viven como verdaderas.

Entiendo el miedo socialista porque a muchos les ha llegado a su propia casa. Sus hijos no es que se hayan pasado a sus rivales de la derecha (PP), sino que lo han hecho a sus enemigos neo comunistas de Podemos. No es igual ser rival que ser enemigo. Y eso de tenerlo en tu misma casa produce insomnio ideológico. Los hijos tienen como nueva Larousse las redes sociales.

Que Pedro Sánchez vaya recorriendo las carreteras porque aspira a volver a ser secretario general del PSOE, lejos de serenar las aguas acrecienta la galerna acercándola a una tormenta perfecta a una nave que hoy más que nunca necesita un timonel. El Felipe González de 1982. Me gustaría que el remedo fuera Josep Borrell o cualquier otro que no sea Pedro Sánchez porque se le ha visto el plumero de Narciso que no le importa convertir un pecio en el fondo del mar Muerto a la nave socialista.

Evitar que Podemos se salga con la suya, hundir el PSOE, es evitar que se hunda España en lo económico. Y necesitamos todos los brazos disponibles, ninguno sobra. También de Bruselas. No se puede jugar con la economía del cuarto país con más PIB de Europa. España no es Grecia, como el Tsipras Iglesias quisiera.

La UE no tiene que pedir más recortes a España porque eso da alas a Podemos.

Vasos comunicantes: Pablo Iglesias sube si España baja, porque quienes le votan son la versión española de los Descamisados de Perón. El PSOE tiene que ayudar al PP con una critica constructiva. Los españoles no tenemos que somatizar la crisis, sino superarla, pero para no confundir al electorado el PSOE tienen que tener un líder que marque la diferencias con Rajoy, pactar con el gobierno los grandes temas: educación, pensionas, la reforma de la Constitución, y no torpedear la necesidad de consenso que durante cuatro años tendrá el gobierno.

Ya sé que el PSOE está en el trapecio sin red y, además, con Tsipras Sánchez que agita la cuerda para que sus contrincantes se rompan la crisma. Y un Pablo Iglesias que nos venderá humo o peor aún inoculara veneno a los Descamisados a través de las redes. Pero la dosis de cianuro con leche o la crisma se la romperá España si en esta legislatura la economía no remonta el vuelo con salarios dignos. Por eso el PSOE tiene que salvar a España colaborado y/o criticando constructivamente al gobierno de Rajoy.

¿Difícil? No, muy difícil. Pero es el PSOE quien, más que el PP, se juega su futuro. Si la gente encuentra trabajo, y los jóvenes ven futuro, el globo Podemita se deshinchara, punto a punto como baje el índice del paro.

El buitre no tienen prisa en comerse el tierno de niño famélico fotografiado por Kevin Carter que ganó un Pulitzer en 1994. Ese niño ya es el más viejo partido de España. El que fundó el otro Pablo sin coletas y con una barba venerable.

Roberto Giménez