Lucia Rodríguez
Lucia Rodríguez

Habitualmente se piensa que nuestra vida mejoraría si tuviéramos más de esa cualidad huidiza conocida como la fuerza de voluntad. Con más fuerza de voluntad todos comeríamos de forma adecuada, practicaríamos ejercicio regularmente, eludiaríamos las drogas, ahorraríamos para las vacaciones, no prospondríamos las cosas para más adelante y alcanzaríamos todo aquello que nos propusiéramos.

Se define la fuerza de voluntad como la capacidad de resistir las tentaciones a corto plazo para alcanzar metas a largo plazo. Esto implica tener que rechazar un placer inmediato, saber decirse por ejemplo: “esto no me conviene a pesar de que me apetecería muchísimo comérmelo”. La fuerza de voluntad requiere el sacrificio de rechazar un deseo potente y esto nos resulta difícil por una buena razón: a nuestro cerebro de forma innata le cuesta tener presentes los beneficios a largo plazo, es más receptivo a la recompensa fácil a corto plazo. La buena noticia es que la fuerza de voluntad puede ser fortalecida con la práctica.

La fuerza de voluntad requiere del sistema reflexivo, el que planifica, analiza y no toma decisiones impulsivamente. Por esta razón, personas con poca fuerza de voluntad responden con impulsividad: “venga que la vida son dos días, hay que disfrutar, me tomaré uno más”. Este sistema funciona como la clásica discusión entre el diablillo y el ángel: mientras que el sistema frío es reflexivo, el sistema caliente es impulsivo y emocional.

Algunas técnicas que nos pueden ayudar a tener más fuerza de voluntad son:

-RETRASAR: consiste en decirnos a nosotros mismos: “si el deseo que tengo de esto es tan fuerte podré esperar 15 minutos, y si transcurrido ese tiempo continúo con el mismo deseo, entonces lo tomo”. Sin embargo, transcurrido ese tiempo, lo posponemos 10 minutos más aplicando el mismo razonamiento. De esta forma, no cedemos ante la imposición del deseo que quiere saciarse de forma inmediata.

-CAMBIO DE HÁBITOS: si incorporamos algo de nuevo, nos auto-imponemos algo nos costará más, la estrategia más eficaz es cambiar un hábito por otro. Por ejemplo: “ya no puedo tomar más refrescos azucarados, pues voy a sustituirlo por beber más agua o infusiones” o…”en lugar de ver la TV voy a sustituir por leer un libro”. Sustituir una cosa por otra nos facilita el cambio.

-EVITAR LA TENTACIÓN. Es una táctica efectiva cuando decidimos optar por la fuerza de voluntad, y es que cuánto más fácil nos lo pongamos, mejor. Por ejemplo, no es necesario exponerse a alimentos azucarados si estamos haciendo dieta. Al principio no llenamos nuestra casa de dulces, mantenemos lejos las tentaciones (una vez ya has perdido peso ya no es tan arriesgado tenerlos). Otra técnica consiste en distraer nuestra atención de alguna recompensa a corto plazo que queremos evitar (un cigarrillo quien intenta dejar de fumar, un croissant quien sigue una dieta…etc) de cualquier forma (cantar, retirar nuestra visión de ese objeto…etc). Funciona como el refrán que reza “ojos que no ven, corazón que no siente” .

-INTENCIÓN DE IMPLEMENTACIÓN. Es una táctica muy útil para mejorar la fuerza de voluntad. Consiste en planear una proposición del tipo “si X entonces Y”  para decidir qué hacer ante situaciones que pueden arruinar nuestra fuerza de voluntad. Por ejemplo, alguien que se propone reducir su consumo de alcohol puede decidir antes de ir a una fiesta: “si alguien me ofrece una bebida, entonces pediré un cóctel sin alcohol”. Así pues, tener un plan establecido anticipadamente puede permitirnos tomar decisiones al momento sin tener que aplicar la fuerza de voluntad.

Para los que se pregunten si el camino del que elige la fuerza de voluntad es siempre una lucha entre el pepito grillo y el diablillo la respuesta es no. Una vez que hemos adquirido un buen hábito, emplear la fuerza de voluntad para mantenerlo ya no resulta necesario. Con el tiempo, estos hábitos saludables se incorporan a nuestra rutina y seguirlos no requiere la toma de decisiones.

Lucía Rodríguez

Psicóloga

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