Roberto Giménez
Roberto Giménez

Alucino con los Antisistema, Okupas y su representación política encabezada por el concejal del Ayuntamiento de Ada Colau, Josep Garganté, que subido en el tren de la Bruja no tendría que ir disfrazado y con escoba para atemorizar a los niños cuando el convoy pasaba por el arco siniestro del túnel. Garganté da miedo hasta a los antidisturbios de los Mossos. Es toda una prenda. La mejor tarjeta de presentación de la Colau.

Lo que pasó en Gracia retrata a este nuevo espécimen de la política catalana. Nuevo es un decir, porque hemos tenido otros alcaldes pusilánimes como Xavier Trías que para calmar los ánimos levantiscos de los chicos de Garganté, paga bajo mano (bueno, bajo mano pero metiendo la mano en la caja del Ayuntamiento, para preservar la paz en las noches de Gracia), al propietario del Banc Expropiat que pone el cazo sin mirar la mano.

La Colau tomó una decisión adecuada señalando al alcalde pusilánime que, probablemente, tendrá que vérselas con la Justicia por el feo delito de la prevaricación atenuada porque el pusilánime no metió el cazo, como el propietario del ande yo caliente y ríase la gente. Pero el tufo lo tiene dentro de casa, con su propia gente. Lo mejor de cada casa.

Ortega y Gasset calificó como Adanes a esas personas ignorantes, cada vez más abundantes porque el ejercicio de conocer consume las neuronas del cerebelo, que creen que la historia empezó el día en que nacieron. Y estos Adanes que destrozan el mobiliario urbano, los escaparates de las tiendas y reviven las fallas no con cartones sino con algún coche que tuvo la mala ocurrencia de aparcar en un lugar inapropiado, tratan a los Mossos y la Guardia Urbana como si fuera la policía de la dictadura.

Estos Antisistema de andar por casa, lo confunden todo, tienen el mismo extravío que los indepes, pero el problema que tiene la sociedad es que no son los grupúsculos marginales que toda la vida hemos tenido, sino que ahora viven de las arcas públicas, se han convertido en la casta que hasta hace nada denunciaban.

El fascismo y los Antisistema están más cerca de lo que parece. Lo único que les diferencia es su discurso. El fascista es muy antipático, xenófobo, egoísta… como hoy se puede ver en Austria, Francia, Alemania. El atractivo de la retórica Antifascista es el de la paz universal, solidaridad, fin de la explotación capitalista, todos somos iguales, muera la familia viva la comuna… Es el viejo discurso comunista pasado por el filtro neo para eliminar conceptos tan odiosos como lucha de clases, dictadura del Proletariado que en los años 30 atrajeron a la mayor parte de la intelectualidad occidental. Pero es simple retórica, y la prueba del algodón es como tratan a los servidores del orden público.

Yo, a diferencia de ellos, cuando veo a un cuerpo uniformado (me da igual que sean Mossos, Guardia Urbana, Policía Nacional o Guardia Civil), no me siento constreñido sino al contrario, me siento seguro porque sé que si tengo problemas esos funcionarios intentarán ayudarme, porque están al servicio de los ciudadanos.

España no es Estados Unidos, esa policía sí que me da miedo, y puedo decirlo porque no soy un Adán sino que corrí como todos los estudiantes inquietos de mi generación cuando bajaban de los furgones decenas de atléticos antidisturbios con vistosos pañuelos de seda colocados debajo de sus guerreras como si fueran corbata. Yo sí he corrido al verles levantar sus porras, pero no me ha quedado ningún trauma, porque hay que tenerlos quien cree que estamos como hace cuarenta años…

Roberto Giménez