mariano

Los catalanes deberían preocuparse. Cuando de un pueblo se dice que está siendo engañado, algo falla en este pueblo, la imagen que desprende no es la correcta ni la idónea para generar confianza ni para que se le vea consolidado. La reacción para contrarrestar esa imagen, ha de ser inmediata. Ante una apreciación negativa de tal magnitud, han de cambiarse esquemas y planteamientos, sobre todo los individuales para que éstos modifiquen los colectivos. No es bueno que se divulgue en exceso que los catalanes son de fácil engañar y que los promotores del engaño sean sus propios dirigentes electos o los que se han autoerigido como estandartes de un proceso que no es de aceptación mayoritaria aunque se venda como que lo es y quien así lo afirma, sabe que no lo es pero insiste en que lo es para atrapar a indecisos. Es un engaño querer convencer al pueblo de que el pluralismo es un bien innecesario.  El President dijo que condicionaba su hoja de ruta a la obtención de una mayoría absoluta por la independencia en las elecciones del 27-S, en cambio, luego  se conoció que el President en noviembre del año pasado encargó a sus consellers que se pusieran a trabajar para forjar estructuras de estado, o sea, lo del condicionamiento no es cierto porque llevan tiempo elaborando un plan, o hoja de ruta (ni que la soberanía fuera un rallye), que da por supuesto el logro de la  mayoría absoluta, lo cual, es absurdo porque esa mayoría no está ni de lejos asegurada. En una sociedad cada vez más fragmentada, estar convencido que a nueve meses vista se logrará mayoría absoluta y ponerse a consumir recursos como si fuera cosa hecha, no es muy democrático precisamente. Los consellers están trabajando para algo que es sólo un deseo de un tercio o, como se ha dicho muchas veces, un sueño y quien más, quien menos, está enterado de que los sueños, sueños son. Dedicar esfuerzos personales y económicos a los sueños cuando las realidades tangibles no están ni remotamente resueltas, es también una forma de engañar al pueblo. La transparencia ha de ir mucho más allá que de informar como se gastan los dineros públicos, aunque, de esto tampoco se informa adecuadamente, ¿cuánto costará elaborar la famosa y misteriosa hoja de ruta?, ¿cuánto horario laboral gasta ésta en detrimento de las    funciones del día a día que son las que realmente interesan?

M. Riera

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