Antonio de las Heras

antonioLa Assemblea Nacional Catalana y Òmniun Cultural dentro de su campaña en favor de la Consulta (Sic) del 9N se han empeñado en cubrir nuestros pueblos de amarillo. Hay que reconocer que sus voluntarios trabajan noche y día con un fervor fuera de toda duda porque están dejando algunos rincones irreconocibles con tanto plástico y cartel de color amarillo. Son, sin duda, gente entregada a la causa del amarillo.

A mí el amarillo nunca me ha gustado. Soy más de colores como el naranja, el rojo, el verde o el azul. Y si se encuentran mezclados, mucho mejor. Pero tengo otras razones para que no me guste el amarillo. Los colores no son inocentes,  tienen su significado y el amarillo es de los más desagradables. El amarillo implica valores positivos como la voluntariedad, el idealismo, pero también el dominio, las intenciones ambiciosas y la intolerancia. Es además un color superficial, sin calado ni profundidad. La razón es que la luz que incide sobre una superficie amarilla se refleja más que la que lo hace sobre cualquier otro color. Eso y no otra cosa son las ideas populistas: propuestas que se quedan a flor de piel, que no van más allá de la propaganda. El populismo de la peor especie es amarillo. Recuerden que a la prensa populista, desde toda la vida, ha sido prensa amarilla.

Como les decía antes, no me gusta nada el amarillo populista. Yo, además, no quiero un país monocolor como el que aspiran los independentistas de la ANC y Òmnium, sino un lugar donde tengan cabida todos los colores, desde el negro hasta el blanco y todos los matices dentro de ellos. Un país donde no sea pecado ser amante de lo multicolor y mezclar tonalidades. Un país en libertad.

 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí