
ORIOL SERRA
Tras más de dos años en el paro, sus únicos ingresos mensuales son los 426 euros que percibe en concepto del Subsidio Familiar. Una cantidad con la que tiene que alimentar tres bocas: la suya, la de su mujer y la de su hija de 17 años. Debe cuatro meses de alquiler y es consciente de que le pueden echar de casa en cualquier momento. Y se pregunta “cómo voy a pagarle la universidad a mi hija si este curso aprueba la Selectividad”. “La única manera de no caer en una depresión es postergar los pensamientos, desconectar, no pensar en ello y sobre todo recordar que dos personas más dependen de mí”. A lo que hay que añadir su más preciado hobbie, la escritura. “Ésta también me ha mantenido fuera de la depresión: estoy parado, pero no quieto, me mantengo activo pese al desempleo”.
Juanjo Conejo, natural de Mollet y actualmente vecino de Palau Solità i Plegamans (Vallès Occidental), personifica en muchos sentidos el delicado momento social y económico que atraviesa España. Una persona que a sus 49 años mantiene intacta su salud, y sobre todo sus ganas de trabajar. “Pero no hay manera”, lamenta. Desde que se quedó sin empleo, no ha parado de enviar currículums e incluso ha acudido a alguna entrevista de trabajo, pero la suerte no ha llamado a su puerta. “Una vez incluso tenía cita para asistir a una entrevista para una oferta aparentemente muy buena”, recuerda, “pero justo una hora antes me llamaron para que no fuera: según me dijeron, buscaban un perfil más joven”.
Hasta el mes pasado, la familia Conejo contaba con otros 426 euros, los que ingresaba su esposa, Katy Bueno, en concepto de la Renta Activa de Inserción (RAI). De los 852 euros que acumulaban en total, “620 se nos iban con el alquiler del piso”, y la familia entera subsistía con los 232 restantes y la ayuda de Càritas, la Cruz Roja y los Servicios Sociales del Ayuntamiento palauense. Pero a Bueno le caducó la RAI el mes pasado, y ahora la situación ha llegado a un punto límite. Tan límite como las desafortunadas palabras que Conejo tuvo que escuchar de un funcionario del Servei d’Ocupació de Catalunya (SOC). “Me dijo que una vez me haya caducado el Subsidio Familiar, me puedo acoger a otros subsidios como la RAI”, explica, “y me proponía que fuera encadenando todas estas prestaciones hasta llegar a los 55 años, y entonces acogerme a una jubilación anticipada”.
En otras palabras, “en el momento de mi vida en que más experiencia tengo acumulada, me dicen que me jubile, que deje de trabajar y me dedique a no hacer nada”. Una actitud que no casa con la filosofía de este vallesano a quien no se le caen los anillos ante ningún trabajo por duro que pueda parecer. “Estaría dispuesto a trabajar temporalmente sin cobrar, solamente para formarme en algún oficio, si al final la empresa en cuestión acabara ofreciéndome un puesto de trabajo estable”, insiste. Pero, añade resignado, “los tiempos de las empresas como activos sociales ya son historia, y ahora una compañía no duda en sacrificar un puesto de empleo de la noche a la mañana, si hace falta, para ahorrarse aunque sean 300 euros”. Una triste realidad, ante la cual Conejo no piensa rendirse. Su objetivo no es vivir de ningún subsidio, sino encontrar un trabajo que le permita salir adelante. Motivos para hacerlo no le faltan. Los dos más importantes tienen nombre y apellidos, y comparten con él un día a día marcado tanto por el drama como por la incertidumbre del mañana.