
Un reciente estudio presentado por el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) advierte que una gran parte de la población metropolitana —incluida la que reside en el Vallès Oriental y Occidental— vive en zonas con una oferta excesiva de alimentos poco saludables, lo que puede repercutir negativamente en su salud y calidad de vida.
La advertencia se dio a conocer en la jornada Els camins de l’alimentació, celebrada el pasado jueves. Durante el encuentro, organizado por la AMB, se expusieron investigaciones del Institut Metròpoli y del Institut de Recerca Urbana de Barcelona (IDRA) centradas en la distribución y comercialización de alimentos en la metrópolis.
Uno de los principales estudios presentados fue la Actualización de la cartografía y caracterización de los entornos alimentarios locales, elaborado por el Institut Metròpoli. El informe distingue distintas tipologías de entornos según la oferta alimentaria: “desiertos alimentarios” (zonas con escasa disponibilidad de alimentos frescos), “pantanos alimentarios” (zonas con alta concentración de alimentos ultraprocesados) y “oasis y mirajes ecológicos” (zonas con acceso a alimentos ecológicos, aunque a veces con barreras económicas).
Según el estudio, el problema más extendido es el de los pantanos alimentarios: el 88,65 % de la población metropolitana vive en zonas donde hay cuatro o más establecimientos de comida poco saludable a menos de cinco minutos a pie. Esta situación se agrava en barrios con alta vulnerabilidad económica, como Ciutat Meridiana (Barcelona), la Ribera (Montcada i Reixac) o la Mina (Sant Adrià de Besòs), donde la totalidad de la población está expuesta a entornos alimentarios poco saludables.
Por el contrario, los desiertos alimentarios son casi inexistentes. Solo el 0,3 % de la población metropolitana vive en zonas donde se combinan escasa oferta de alimentos frescos con riesgo de pobreza.
El estudio también destaca una desigualdad territorial en el acceso a la alimentación saludable. Mientras que Barcelona ciudad cuenta con una alta densidad de establecimientos alimentarios (52,8 por cada 10.000 habitantes), otros municipios como Tiana o Corbera de Llobregat apenas alcanzan los 17-19.
Otro informe presentado, Anticiparse a las crisis alimentarias, elaborado por IDRA, analiza la evolución de Mercabarna, que ha pasado de ser un mercado mayorista con fuerte presencia local a integrarse en cadenas globales de distribución. Según el estudio, solo el 15 % del producto comercializado es de origen catalán, frente al 53 % en 1988, lo que evidencia una fuerte dependencia de las importaciones.
Ambos estudios alertan sobre los impactos de este modelo alimentario: mayor desigualdad, aumento de residuos, emisiones contaminantes derivadas del transporte, y pérdida de soberanía alimentaria. En este contexto, la AMB promueve políticas para reforzar la producción local, mejorar la distribución sostenible y garantizar el acceso equitativo a una alimentación saludable.
Una de estas iniciativas es el proyecto europeo FoodCLIC, en el que participa la AMB junto a otras ciudades como Berlín, Ámsterdam o Lisboa. En barrios como Sant Cosme (el Prat de Llobregat) o Fondo (Santa Coloma de Gramenet), ya se están desarrollando programas de alimentación sostenible que combinan acción comunitaria y apoyo institucional.
Con estas acciones, la AMB busca avanzar hacia un sistema alimentario más justo, resiliente y alineado con los objetivos de sostenibilidad y equidad social.