Como todos los veranos
hoy mis ripios se despiden;
volveremos en septiembre
si el destino no lo impide.
Se van triste, no contentos,
por mil razones sensibles.
Con la muerte de mi esposa
tiembla el pulso y las ideas.
Una vida se cercena
y vives entre miserias.
Decirle adiós al amor
es la despedida eterna.
Mi dolor no ha de impedir
en septiembre mi regreso
deseándoles felicidad
mucha salid y progreso;
que los ripios se crearon,
precisamente para eso.
Gracias por su fidelidad
semana a semana los viernes
La vida no es siempre grata
cuando hasta el amor pierdes.
Hasta pronto amigos míos:
recuérdenlo, en septiembre.
Francisco Barbachano