En un café de puerto la vio y lo maldijo. Ere una hembra morena; sirena de pecados, rosa de pasión y vino capaz de hacerte cautivo.
La gente decía de ella que su corazón era negro. Negros los ojos suyos y negro todo su pelo y como negros capullos sus labios vertían veneno.
Hasta con negras tumbagas adornaba todos sus dedos y sólo en su carne vestía vestidos de luto eterno que, el negro era su constante, por el mal que había hecho.
Marinero de sus mares navegaba por la mar con rumbo desconocido. Y fue en un café puerto, donde una sirena de pecados enlutó sus pensamientos.