Francisco Barbachano
En un café de puerto
la vio y lo maldijo.
Ere una hembra morena;
sirena de pecados,
rosa de pasión y vino
capaz de hacerte cautivo.

La gente decía de ella
que su corazón era negro.
Negros los ojos suyos
y negro todo su pelo
y como negros capullos
sus labios vertían veneno.

Hasta con negras tumbagas
adornaba todos sus dedos
y sólo en su carne vestía
vestidos de luto eterno
que, el negro era su constante,
por el mal que había hecho.

Marinero de sus mares
navegaba por la mar
con rumbo desconocido.
Y fue en un café puerto,
donde una sirena de pecados
enlutó sus pensamientos.

Francisco Barbachano