José Manuel Gómez

Observarán que el título está matizado respecto del adjetivo por mera justicia, puesto que la falta de razón no puede predicarse de manera genérica a todo el nacionalismo por razones de mera equidad, puesto que hay un sano nacionalismo – que en absoluto es incompatible con los principios y valores constitucionales- que con dignidad sabe diferenciar una cosa tan obvia como “causa-efecto” propia tanto de las leyes físicas, jurídicas, o de las premisas filosóficas.

  La falta de razón para tranquilizar a ese pequeño porcentaje del soberano en conjunto (que sería el resto electorado español) no debe asimilarse ni mucho menos a la locura, y si tan solo a la irrazonabilidad como  fruto de las pasiones erróneas extremas como ya la Historia se ha encargado de ilustrarnos en el inmediato S.XX, y nos sigue enseñando actualmente tanto en Cataluña, como en la U.K. del actual Brexit.

  Ejemplo de lo anterior, serían los “efectos”  resultado del prolongado e insufrible Tratado de excluirse de la U.E. en lo que respecta y afecta a las fronteras de Irlanda del Norte, donde de una manera pueril, pese a lógica necesidad de aplicar las rígidas  normativas de fronteras propias con terceros países, pretenden aun así  los impulsores del Brexit que se realice de manera flexible por parte de la U.E., cuando realmente es “resultado” de sus propios actos, y pese a ello, aún contraviniendo e incumpliendo la normativa clara  y propia de los tratados internacionales pretenden trampear y solapar  el enorme problema político solo por ellos creado  en dicho territorio que podría incluso derivar en que deje de formar parte de U.K (como muy probablemente acontezca y con más razón con Escocia como Estado soberano asociado  en su día; y que precisamente cada día, pierde un millón de libras por no poder exportar frescos sus pescados a Europa).

 Sin embargo, la respuesta de Boris Johnson a este callejón sin salida,- pues el tiempo dicen es el mejor Juez quitando y dando razones- lamentablemente una vez ya efectuado el daño (aislar a U.K. de la U.E.), es quejarse y corroborar que esa dinámica  puede llevar a la desintegración de U.K., por lo cual pide flexibilidad a Europa mientras convierte a su país en un paria internacional en algo tan estricto y rígido como es el cumplimiento de los tratados internacionales.

 Sus imperiales sueños evidentemente no se corresponden en absoluto con la situación socio política económica y militar actual de U.K., pese a que se empeñe en destinar millonarios recursos en potenciar su ejército – no se sabe muy bien para  qué  la verdad, salvo que no sea  para contentar a ese sector económico militar- precisamente en un momento contexto histórico  de máxima incerteza del país al que llegó con los múltiples cuentos de raza y territorio, con una pobreza poblacional de millones de habitantes que hace presagiar un futuro en solitario poco halagador, pues la alternativa de los nuevos mercados para suplir a Europa que propone están muy lejos ((India, China, Australia y Canadá). A su vez, su principal aliado Trump (en realidad dueño en ese modesto papel internacional que tendrá que aprender a convivir U.K. en el S.XXI).

 Sirva como referencia que inmediatamente tras el divorcio efectivo respecto a Europa, se esfumaron de la City solo en la primera semana UN BILLÓN DE LIBRAS ESTERLINAS en dirección a otros mercados en especial de Europa, idéntico camino que tomaron a su vez múltiples empresas, lógica preventiva de estrategia empresarial que incluyó incluso algunas de sus más prestigiosas universidades al verse privadas entre otras cosas del programa Erasmus, pues el capital no conoce de banderas, patriotismo o sentimientos.

  No se desea el mal de dicho país que junto a otras potencias internacionales e imperios forjó la misma Historia moderna de la Humanidad, -caso de España como el mayor en territorio y tiempo tras el Imperio romano-, y que  posiblemente como nosotros ( que ya llevamos más de un siglo mentalizándonos de la perdida colonial) tenga que iniciar un camino de travesía del desierto en esta realidad de nuevas potencias y mega uniones de estados como la U.E., donde los peces pequeños, ni están ni se les espera, salvo para en todo caso figurar de carnaza caso histórico  por ejemplo de Italia hasta su efectiva unificación.

  Napoleón cuyo máximo sueño era aislar precisamente a Inglaterra, baila alegre en la ultratumba más sabiendo que ella sola es la que se ha aislado. La única parte positiva será que servirá para ilustrarnos de las consecuencias de los nacionalismos separatistas y excluyentes que representarán  auténticas clases magistrales de lo que no se debe hacer para instrucción del resto de nacionalismos que como autentico virus afecta a múltiples regiones tanto de Europa como el resto del mundo, anacronismos históricos en un mundo globalizado que ingenuamente contra viento y marea, contra la lógica y el derecho vigente, pretenden cambiar el mismo “statu quo” internacional, por lo que no ociosamente están considerados junto con el talibanismo como el principal problema a afrontar en el S.XXI por la mayoría de agencias de inteligencia internacionales.

  En definitiva, unos por húmedos sueños imperiales, otros por meros libros de caballerías, tratan de omitir la pétrea realidad existente,  cuando como decía Woody Allen en el mundo de la realidad es el único sitio donde puede uno comerse un buen filete, y que viene al dedo con la guerra de las salchichas inglesas que los irlandeses no pueden hincarles el diente. En definitiva, un drama no precisamente romántico y si más bien una tragicomedia estomacal. Y hablando de las cosas del comer, terminar recordando que de la crisis política de Quevec y de la consecuente fuga de empresas para Toronto (similar a lo acontecido en Cataluña) tras asumir al final la realidad constitucional, escasamente retornó un 10%. ¿Oído cocina?.

José Manuel Gómez