Josep Ramon Bosch vuelve a ser presidente de Societat Civil Catalana

Desde el pasado 19 de enero Josep Ramon Bosch vuelve a ser presidente de Sociedad Civil Catalana. Una entidad transversal que pretende representar a todos aquellos catalanes partidarios de la permanencia en España. Bosch ya fue presidente de SCC de 2014 a 2015. Presidente de la Fundación Joan Boscà, ha sido un incansable defensor de la españolidad de Cataluña. Vilipendiado por los independentistas -le llegaron a enviar el recordatorio de su abuelo- ha aceptado hablar con la Revista Digital del procés, de su juicio y del futuro de Cataluña.

El fiscal Zaragoza dejo muy claro el segundo día del juicio que los procesados no han sido perseguidos por sus ideas, sino por sus acciones. Y es que uno de los mantras del independentismo es el victimismo: ¿Por qué les gusta dar pena?

Quiero decir, en primer lugar, que es una muy buena noticia que haya llegado finalmente el día del juicio. Han sido muchos meses de especulaciones y polémicas jurídicas y políticas. Ahora llega la hora de la verdad. Es bueno que la fiscalía y las acusaciones puedan exponer sus razones y aportar las pruebas que sustentan su valoración penal de los hechos. Es bueno, también, que los acusados tengan oportunidad de explicarse y defenderse públicamente, porque eso es la justicia y eso es la democracia. Me parece evidente que en Cataluña pasaron cosas muy graves en el otoño de 2017. Todos vimos con nuestros ojos como desde el Govern se alentaba un clima insurreccional. Pero ahora corresponde a los jueces, después de escuchar a todas las partes, determinar qué tipificación penal corresponde a lo que sucedió.

El victimismo está en las entrañas del nacionalismo catalán, ya desde el Memorial de Greuges. Por eso el Tribunal Supremo está actuando tan oportunamente desactivando cualquier resorte de victimismo. El juicio es público y cualquier medio, nacional o internacional, puede retransmitirlo. Si alguien quisiera violar derechos humanos o civiles, si la sentencia estuviera ya dictada, si el juicio no fuera a ser justo, no se emitiría a todos con total transparencia.

¿Qué sensación le produce ver a unos políticos sentados en el banquillo de los acusados y otros, huidos de la justicia, viviendo tranquilamente en el extranjero?

Los hechos que vivimos en el otoño de 2017, empezando por las sesiones parlamentarias del 6 y 7 de septiembre, merecen la repulsa de cualquier persona que defiende una democracia constitucional avanzada. Pero hay que reconocer que algunos de los impulsores de aquella situación han tenido la honestidad y la coherencia personal de afrontar las consecuencias de sus actos. Otros, en cambio, han huido. Quizá al principio les fue beneficiosa la decisión. Pero al final la gente siempre reconoce a quien es consecuente. No olvidemos que la huida de algunos dirigentes ha dificultado la situación de los que se han quedado. Me sigue pareciendo muy llamativo el caso de Anna Gabriel, a quien tantas veces oímos atenazar a los demás para que no “dieran ni un paso atrás”. Al final huyó a Suiza, que no es precisamente un país socialista. Todo muy CUP.

Jaime Gil de Biedma escribió: “que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde…”. ¿Cree que los políticos enjuiciados han empezado a darse cuenta?

Sin ninguna duda. En Cataluña hemos vivido una revolución burguesa que ha tenido una parte de boutade. Una parte importante de las clases dirigentes, bien acomodadas en todos los sentidos, han decidido jugar a la revolución, explotando el “chovinismo del bienestar”. Pero la revolución no es un juego. Nunca lo ha sido. Lo empezaron a ver el día que los bancos y las principales empresas catalanes salían despavoridas de nuestra tierra. Y se acabaron de dar cuenta el día que el juez ordenó la prisión provisional. Ni la democracia ni la ley ni la sociedad son ninguna broma para experimentos.


En Cataluña hemos vivido una revolución burguesa que ha tenido una parte de boutade. Una parte importante de las clases dirigentes, bien acomodadas en todos los sentidos, han decidido jugar a la revolución, explotando el “chovinismo del bienestar”

De las pocas cosas que decían igual en público y en privado los líderes independentistas es que “no se atreverán a meternos en la cárcel”. Yo no me alegro de que estén en prisión. Pero todos los ciudadanos tenemos que saber que saltarse las leyes tiene consecuencias y que las democracias modernas consolidadas tienen también mecanismos de defensa, establecidos en sus códigos legales. Un dirigente político tiene que ser especialmente responsable, porque con sus decisiones se juega el éxito o el fracaso de la sociedad.

¿Podríamos decir que es el juicio del fin de una etapa o de una manera de hacer política? Es decir, ¿cambiará la política catalana?

El Procés no ha roto España. Lo que se ha cargado completamente es la política catalana. Y eso ha tenido algo de bueno. El oasis catalán, que era también un pacto tácito para cubrirse las vergüenzas, ha desaparecido. El clima que hemos vivido ha permitido también que creciera Ciudadanos, que ha plantado cara desacomplejadamente a los fundamentos del nacionalismo catalán. El Procés se ha llevado por delante a Convergència i Unió y ha fracturado gravemente al PSC, a Unió y a Iniciativa per Catalunya. Ha barrido del panorama político catalán a toda una generación. Ha sido un pésimo negocio para quienes lo impulsaron.

Ahora hay que empezar de nuevo. Cataluña está destrozada. Pero Cataluña ha vivido momentos muy difíciles a lo largo de su historia, y ha sabido una y otra vez encontrar energías para levantarse y para reencontrar su camino. Ahora lo volveremos a hacer. Por eso insisto en que los catalanes tenemos que centrarnos ahora en conquistar el futuro, en trabajar juntos para recoser nuestra sociedad y nuestra economía, que están heridas. Necesitamos señalar unos objetivos como comunidad que vayan más allá de la cuestión identitaria, para poder trabajar juntos en devolver el empuje y la ilusión a nuestra tierra. Y así, poco a poco, recuperaremos la serenidad.

Tarde o temprano habrá sentencia. Cuando llegue ese momento, ¿qué? Dicho de otra manera, tendremos dos discursos. Uno el de la sentencia y otros el que quieran vender los independentistas. Algo tendrá que cambiar, ¿no?

Tengo una gran confianza en el Tribunal Supremo y en los siete magistrados que componen el Tribunal. El propio abogado de Joaquim Forn señaló su prestigio y profesionalidad. La sentencia vendrá después de muchas jornadas de juicio, donde irán presentándose pruebas y argumentos que irán decantando tanto la opinión del tribunal como la opinión pública. Por eso, no creo que la sentencia provoque sorpresa. 

Es probable que el independentismo intente entonces sobre actuar. Viviremos unos días de tensión. Pero también se le está acabando la gasolina a los independentistas. Después de tantos años, los catalanes estamos exhaustos. Y desengañados. Porque los propios acusados llevan días asegurando que no hicieron lo que en octubre de 2017 prometían a su gente que estaban haciendo. En el fondo, están diciéndoles que aquello no iba del todo en serio y que jugaron con las emociones de la gente.

Habrá tensión, pero no más de la que hemos vivido ya. El independentismo tiene un problema: ha gastado su bala de oro. Ha echado ya su máximo órdago, que era la DUI, y lo ha perdido. Sabe que la vía unilateral y maximalista no tiene ningún recorrido. Cuanto más sobre actúe, peor para sus intereses.

¿Considera que, según cual sea la sentencia llevaran el juicio a Estrasburgo? Y de hacerlo, ¿cómo reaccionara Europa?

En Europa están también bastante cansados de la matraca separatista. Además, el Ministerio de Exteriores, con Josep Borrell al frente, está haciendo muy buen trabajo para contrarrestar la propaganda independentista, no solo en los ámbitos gubernamentales -como se había hecho hasta ahora- sino también en la opinión pública y periodística -que hasta ahora habían dominado los separatistas-. La Comisión Europea se ha posicionado muy recientemente para reconocer la plena confianza en el Estado de derecho en nuestro país. España es uno de los países que tiene menos condenas por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. España es una de las pocas democracias plenas del mundo. Y el Tribunal Supremo es consciente de que el objetivo de los independentistas es llegar a Bruselas, por eso se están extremando las medidas de garantías judiciales. Las cosas se están haciendo bien.

Finalmente, ¿cómo ve el futuro de Cataluña? O dicho con otras palabras. La situación que han provocado los independentistas tanto dentro de Cataluña, como con España, debe arreglarse. Dígase a través de dar marcha atrás, conversando, analizando lo sucedido… ¿lo ve factible? ¿Los actuales partidos políticos estarán dispuestos a hacerlo?

No podemos seguir en este clima enrarecido. Evidentemente hay que hablar dentro de la Constitución y de las leyes. En Societat Civil Catalana lo hemos defendido siempre así: es necesario escucharse, explorar salidas conjuntamente. Pero no a través de intermediarios ni relatores, sino en el marco de las instituciones, en el Parlament y en el Congreso de los Diputados, donde reside la soberanía nacional. El primer paso es garantizar que se cumple efectivamente la Constitución. Para eso necesitamos firmeza democrática. Y desde allí, hay que mirar al futuro, hay que intentar ver si en el otro -más allá de su propaganda y sus exigencias imposibles- hay alguna reivindicación justa, para construir desde allí un futuro en común.


Cataluña ha vivido momentos muy difíciles a lo largo de su historia, y ha sabido una y otra vez encontrar energías para levantarse y para reencontrar su camino. Ahora lo volveremos a hacer

Estoy insistiendo en la importancia de ofrecer un nuevo relato de España, escrito también con acentos catalanes. Eso quiere decir que España debe explicarse también en catalán, también de acuerdo a la mentalidad de los catalano-hablantes. Y eso quiere decir que España debe invitar a los catalanes y a los dirigentes catalanes a ser protagonistas de la España del futuro. Tenemos que dejar de lamernos las heridas y mirar hacia adelante y pensar conjuntamente cómo mejoramos nuestro país para que todos lo sintamos como propio, como una verdadera casa común. Esa es una tarea para el conjunto de España, pero esa es también una tarea para Cataluña.

Porque también aquí hay muchos que no nos sentimos ya identificados con la Generalitat y que consideramos que los poderes públicos catalanes, desde hace años, han olvidado a la mitad de los catalanes. También las instituciones catalanas tienen que hacer autocrítica y pensar cómo deben cambiar para que todos los catalanes volvamos a sentirnos de nuevo a gusto en nuestra tierra e identificados con sus instituciones. Esto es especialmente importante en la Cataluña interior, que no puede ser un espacio de imposición simbólica y social de los independentistas. Tenemos derecho a vivir en paz con libertad ideológica en nuestra tierra. Y eso no se cumple actualmente en la Cataluña interior.

César Alcalá