
Existen diferentes señas de identidad en cada territorio. La lengua es una de ellas, sin duda; aunque también está la gastronomía, la arquitectura, la producción artística, los símbolos, el patrimonio cultural y tantos otros elementos. ¿Son los juegos un componente identitario de una tierra? Podríamos decir que sí, ya que han arraigado entre los habitantes, pervivido en el tiempo y forman parte de su cultura.
Los juegos de mesa, por ejemplo, tienen un especial protagonismo en la forma como se han relacionado y entretenido muchos vecindarios y poblaciones. En algunos casos, se han exportado como parte de los conocimientos y el saber propios de una nación. Es especialmente conocido en el ejemplo de los emigrantes franceses que, al llegar a los Estados Unidos en el siglo XIX, llevaron consigo su “roulette”, que acabó teniendo tanto éxito en sus casinos e inspiró los actuales juegos de ruleta online en versión digital.
Pero si existe una manifestación de este fenómeno que resulta paradigmática es la de los juegos de cartas. Cada región tiene los suyos específicos y han pasado de generación en generación. Algunos se han generalizado en toda España, como el Tute, la Brisca o la Escoba; otros, aunque populares a nivel nacional, han tenido más impacto en áreas concretas, como el Mus en el País Vasco o el Chichón en Andalucía.
¿Y Catalunya? ¿Mantiene sus propios juegos tradicionales? Por supuesto. De hecho, la Butifarra es el mayor de los exponentes de los naipes en territorio catalán; aunque también es popular en el norte de la Comunitat Valenciana y algunas poblaciones de Aragón. Apareció en la primera mitad del siglo XX y se convirtió en la variante más habitual del juego de “la Manilla”, que era muy conocido en la zona de Flandes.
Este gran clásico tiene elementos bastante similares a los de la Brisca: se juega con una baraja española y el objetivo es ganar bazas de tantos. Participan cuatro jugadores, formando dos parejas, que intentarán conseguir el máximo de puntos posibles sumando los valores de las cartas, con la particularidad de que no siguen el orden normal (el 9 es el que más vale) y no tienen porqué coincidir con el carácter numérico de naipe.

Se trata de un entretenimiento que ha procurado largas sobremesas y tardes apasionantes durante décadas aunque, en nuestros días, parece estar cayendo en el olvido. Al menos, en muchas de las grandes ciudades, pero en otras zonas todavía se mantiene la tradición y es frecuente ver partidas en muchas localidades catalanas; incluso algunos campeonatos improvisados (o no), donde participan auténticos expertos.
Desde luego, el nombre de este juego no podía ser más catalán, ya que alude a uno de nuestros productos cárnicos más conocidos y que son seña de la tierra. Y, al mismo tiempo, a una expresión coloquial muy arraigada: “fer la butifarra”, en relación al clásico corte de mangas; aunque no se ha establecido, directamente, esta conducta con el entretenimiento de naipes.
Otro juego tradicional de cartas que se estila mucho en Catalunya es el Cau Robat, una variante del entretenimiento valenciano conocido como “Cau, Recau i Sant Vicenç”, que también se juega por parejas y se centra en conseguir más cartas que el resto de los equipos. Eso sí, en nuestro territorio lo más común es que las partidas se jueguen individualmente y que las cartas del montón propio estén descubiertas.
También es habitual que se adopten, sin variantes, otros pasatiempos con las barajas. “El mentider” no deja de ser el clásico Mentiroso, pero sus partidas son frecuentes en el territorio. El Burro no suele faltar en una mesa con jugadores que quieren disfrutar de unas risas (y, en ocasiones, de algún dedo luxado). Y l´Escombra (la emblemática Escoba) ha procurado horas de diversión y, también, enfados entre amigos.
Tradiciones, entretenimientos y un legado que pasa de generación en generación. Las cartas son una parte fundamental e innegable de la cultura propia de un territorio. ¿Se están perdiendo? No necesariamente. En una época en la que los juegos de mesa vuelven a estar de moda y aparecen, constantemente, productos basados en la nostalgia, tal vez las partidas a los juegos clásicos de naipes vivan una segunda juventud a corto o medio plazo.
