Viajero empedernido
va españoleando,
por esos bellos paisajes
tan notorios y variados:
marinos algunas veces
y otros de montes nevados.
Le atraen de norte a sur
su belleza y sus encantos;
desde el nido de cigüeñas
sobre un viejo campanario,
hasta el pastor solitario
pendiente de su rebaño.
Son esas pequeñas cosas
que por España rodando,
enriquecen al poeta
convertido en caminante.
Imprimen en su retina,
la belleza de su imagen.
Ello es lo que inspira
sus sonetos y romances.
Lo que al llegar primavera
ilumina su semblante
y la inspiración le fluye
de forma exorbitante.
Francisco Barbachano