Francisco Barbachano
Aún conservo aquella rosa 
entre mi libro de versos
que aquella tarde de mayo
me regalaste en silencio
mientras besabas sus pétalos,
como diciendo ¡te quiero!

Fue en el parque del silencio
donde te leía versos
sentados en aquel banco,
a la sombra de un almendro. 
Solos tu y yo: dos suspiros
y un libro de pensamientos. 

Una hermosa rosa roja, 
y unos delicados dedos. 
Dos corazones latiendo
inmersos en el deseo,
de que las horas perduren
sueño a sueño, y verso a verso. 

Han pasado tantos años
que apenas queda el recuerdo.
Tan sólo queda la rosa
entre mi libro de versos
y la aroma de tus labios,
que aún huele entre sus pétalos.

Francisco Barbachano