César Alcalá

El viernes se decidió aplazar las elecciones a la Generalitat hasta el 30 de mayo. El motivo, la pandemia que estamos sufriendo. A parte de un informe de Salud en el cual predice que la ola de contagios, el 14 de febrero, será muy alta. Y para permitir que todos los catalanes voten, deben retrasarse.

Esta declaración de intenciones queda muy bien o sería razonablemente creíble si no conociéramos a los personajes que gobiernan Cataluña desde hace años. En primer lugar los dos partidos que gobiernan no quisieron aprobar el aplazamiento. A la reunión ERC y JxCAT fueron con una fecha acordada entre ambos, no sea caso que nos hagamos daño. A esa reunión de partidos, como que tienen la mayoría, les impusieron su fecha. La mayoría tragaron, no así el PSC. Y tragaron Cs, Comuns y PP para tener un poco más de respiro y ver si, por casualidad, las encuestas les son propicias dentro de unos meses.

Sobre todo Cs, pues las encuestas que manejan, tanto las que aparecen en los medios como las internas, son tan malas que la espera les puede beneficiar. Por su parte, aunque no estaba en la reunión, los que se friegan las manos son los de VOX. Dia que pasa tienen más partidarios en Cataluña. Y es que todos lo han hecho tan mal que la gente está harta. ¿VOX es la esperanza? Como mínimo explican las cosas que la gente quiere oír y se enfrentan a la realidad diaria de Cataluña.

Lo que clama al cielo es que el Govern de la Generalitat se ha parapetado detrás de esa mesa de partidos para firmar un decreto sobre el que nadie puede protestar, porque ellos cumplen órdenes. De esta manera hicieron lo que llevan tiempo sin hacer. Esto es, tomar decisiones. Eso sí, publican el decreto en catalán y en aranés. Con ello demuestran su internacionalidad y bilingüismo.

A ERC y JxCAT ya les está bien que se aplacen las elecciones. ¿Por qué? Se vive muy bien en un gobierno sin presidente, ninguno de ellos tiene ninguna iniciativa. Y el que la tiene -Damià Calvet- no se le ocurre otra cosa que montar la NASA catalana. No existe un liderazgo. Hay un pacto bicéfalo en el cual siempre están presentes Pere aragonés y Meritxell Budó. No han sabido gestionar la pandemia. Si no saben hacerlo en el día a día, menos en la pandemia. Toman medidas fuera de contexto y siempre implicando a los mismos. Nunca tomarán una medida que haya sido efectiva en otra comunidad y menos si esta es Madrid. Ellos están marcados por un Dios -menor- que los hace poseedores de la verdad.

Han centrado todas sus actuaciones en la hostelería y comercio. No se puede hacer elecciones porque la gente se puede contagiar del virus si va a votar. En cambio, cada día los metros y trenes de cercanías van muy por encima de sus posibilidades. Ahí no hay problema, pero sí al ir a votar. Este gobierno interino que rige los destinos de los catalanes es más nocivo que positivo para una sociedad catalana que está muy harta de inútiles.

Y como a ellos ya les va bien, alarguemos la agonía del paciente. ¡Qué importa! Mientras sigan calentando sus sillones, cobrando a final de mes, lo que menos les importa es ver como se hunde Cataluña. Sus aires de grandeza, de que son un país donde le das una patada a una piedra y brota oro, les impide ver la realidad. El deterioro económico y social cada día está peor y no solo eso, tiene las esperanza que las más de 7.000 empresas que se han marchado vuelvan. Que todo vuelve a ser como antes del 2015. Y eso, desgraciadamente con ellos al frente de la Generalitat no ocurrirá nunca.

Y la realidad la vieron, y este es el motivo de la suspensión de las elecciones, con lo que han venido a llamar “efecto Illa”. Les dolió tener que compartir el chiringuito con un nuevo miembro no independentista como ellos. No comprenden que la gente no los siga votando como en 2017 y que como rebaño de ovejas, agachen la cabeza y digan si a todo. El problema del independentismo es que no se ha dado cuenta que la gente ha evolucionado. Que la diversión ya se ha acabado. Que arrancaron muy fuertes debido a unas circunstancias de crisis muy preocupantes y les compraron una idea que les pareció buena, siempre y cuando les arreglaran la situación económica familiar. Al ver que esta utopía se desvanecía en el tiempo, han cambiado de idea. Ahora quieren a alguien que gestione y que revierta la situación.

El “efecto Illa” es esto, una mejora socioeconómica de Cataluña. Y este pensamiento muy presente en la sociedad catalana, no se desvanecerá en uno o dos meses. Todo lo contrario, se mantendrá. El problema ya no es de izquierdas ni de derechas. El tema está en gestionar el futuro de Cataluña y seguir viviendo en el limbo por si algún día suena la flauta y se les concede la independencia. Y no solo necesitan que se gestione las familias catalanas, las patronales y las empresas están pidiendo lo mismo. Y ya no es una cuestión de “dejadnos tiempo que lo haremos mejor”. No es eso, porque ya se sabe que son incapaces de hacerlo, por mucho que se esfuercen. Si ha estas alturas de la película alguien cree que aplazando las elecciones se difuminara el “efecto Illa” es que no comprende la realidad catalana.

César Alcalá