Se sea creyente o no
las fiestas de Navidad,
siempre han sido compartidas
con gran confraternidad.
Treguas y buenas maneras
en bien de la humanidad.
Pero ese año de marras
con tanta escasez de abrazos,
parece que los humanos
hemos perdido los brazos.
Son fiestas, qué aún que entrañables,
parecen ser a pedazos.
Pese a todo, el optimismo,
hay que mantenerlo vivo
sin caer a ser cautivos
de ese injusto desatino.
Respeto al coronavirus,
porque és obvio que es maligno.
Pero yo no me resisto
a desear felicidad
para esas fiestas, que aún atípicas,
han de traer prosperidad.
Porque, ya están aquí,
las fiestas de Navidad.
Francisco Barbachano