César Alcalá

Desde que estudiamos se nos ha explicado que existen dos géneros, el masculino y el femenino. Luego existe otro llamado neutro, que incluye a los dos. Y hasta aquí las cosas eran normales. Al menos eso es lo que creíamos. Nos defendíamos y decíamos, por ejemplo, “los críos han salido de clase”. Con esto ya entendíamos que la clase había quedado vacía e incluíamos a niñas y a niños. Nos entendíamos y la normalidad era expresarse así.

De repente llegaron aquellos partidos y tendencias que opinaban todo lo contrario. Consideraban que se discriminaba a las mujeres utilizando el género neutro. De ahí surgieron frases tan significativas como “los niños y las niñas de la clase han salido de ella para ir al patio”; “los médicos y las médicas…”, “los abogados y las abogadas…”. Con esta apreciación o matización se igualaban las clases y no se discriminaba a nadie. Lo único que se consiguió es dormir al oyente con tanta variedad de géneros. Consiguieron que la gente no entendiera porqué ahora se tenía que hablar de esta manera.

Y después llegó el odio profundo al género masculino. Todo lo que oliera a hombre tenia que ser apartado del vocabulario. Citaremos a Unidas podemos. Los miembros masculinos han sucumbido al género y no les ha importado perder su condición de género en beneficio del femenino. Alegando que este último lleva muchos años discriminado y ya es hora de remediarlo. No se dan cuenta que ahora están discriminando el suyo. Se sienten orgullosos de decir en mítines y discursos: “nosotras hemos hecho esto o aquello”. Hablan de ellas siendo ellos. Y no pasa nada porque hacerlo es “guay”. Estas en la onda. Eres moderno.

Han llevado hasta tal extremo esta fantochada que estos días en el Parlament de Catalunya se ha producido un caso esperpéntico. Un tema digno de cualquier comedia satírica, de Gómez de la Sena, de Valle Inclán o de Eugenio d’Ors. ¿Qué ha ocurrido?

Los diputados y diputadas -para que no se enfaden- de la CUP, que son lo más en progres y modernos, usaron el femenino genérico para denunciar, entre otras cosas, para reivindicar el papel de la mujer y cómo el lenguaje puede ser discriminatorio. Hasta aquí todo correcto. Forma parte de su DNA. Como que son tan modernos, presentaron una iniciativa en el Parlament por la cual se instaba a “reducir el sueldo de las diputadas en un 14%”. Obviamente ellos pedían otra cosa, pero como que su posicionamiento moderno es así, se dejaron ir. Realmente estaban pidiendo que los diputados y diputadas del Parlament de Catalunya se redujeran el sueldo un 14%.

Esta última frase todo el mundo la ha entendido. Es así de fácil. El lenguaje sirve para entendernos, no para complicarnos la existencia. Pues bien, cuando se llevó a debate hubo un momento de duda. ¿Cómo es posible que la CUP pidiera la rebaja de sueldos de las mujeres y no de los hombres? Evidentemente, cuando fueron preguntados, reaccionaron y explicaron la realidad. Querían que todo el Parlament se bajara el sueldo.

El punto fue modificado gracias a JxCat y ERC al ser transaccionado y para que no hubiera confusiones, se decidió recurrir a la estructuración normal. Esto es, “los diputados y diputadas”. Como era de esperar, los anticapitalistas aceptaron modificar la iniciativa para que, en un futuro, no diera pie a equívocos en un documento de carácter legislativo.

Esto nos demuestra que las modernidades sirven de muy poco ante resoluciones de carácter legislativo. De no haberse modificado el escrito las diputadas del Parlament de Catalunya cobrarían hoy en día un 14% menos que su compañeros hombres. Y esto, por un malentendido sexismo lingüístico. Y así vamos. ¡Una delicia!

César Alcalá